—Mírame, mírame, ahora soy un metro cincuenta y ahora un metro sesenta, ¿ves?, metro cincuenta, metro sesenta —decía Elvira caminando de un lado a otro con el tacón de su botín derecho en la mano. Se lo acababa de romper al tropezarse con una alcantarilla.
—¡¿Te quieres parar quieta, que mi vida es un asco y no te soporto, pesada?! —gritó Marieta sentada en el bordillo de la acera.
—Es que ocho centímetros de tacón te hacen ver el mundo desde otra perspectiva, ¿eh? Mira, metro cincuenta, metro sesenta, metro… —seguía repitiendo Elvira cojeando a cada paso.
Marieta resopló cansada, llevaba un rato intentado llamar a Blanquita por teléfono, pero no daba señal. Eran las seis de la mañana y querían volver a casa pero a esas horas, y siendo fin de semana, la cosa estaba difícil.
—¡Joder, menos mal!, ¿dónde coño estás? —dijo finalmente Marieta por el móvil—, ¿a casa?, ¿vas en taxi?, ah… vale, genial… sí, vale… estoy con la enana que lleva un morón importante, se acaba de meter tal hostia que se le ha roto el tacón —se rió recordándolo—, cada vez que nos viene de visita se nos desata —y se volvió a reír—, y ahora la tengo aquí dando bastante el coñazo… ¡ya te digo, ya te digo! —risas de nuevo—, vale… sí, pues aquí en la Rivera… eso, sí, a la altura del Edan… ¿qué?, no, no, el que está al lado del Lola’s… sí, en la acera, aquí… vale, vale, agur —Marieta separó su móvil y lo extendió hacia Elvira—. ¡Pedorra, di adiós a Blanquita!
—¡Aguuuuuuuuuuur! —gritó Elvira corriendo hacia el móvil muy torpemente. Con esos andares recordaba al pequeño jorobado Igor de El jovencito Frankenstein.
Quince minutos después un taxi paró en la Rivera, frente al bar Edan, al lado del Lola’s. En el asiento de atrás Blanquita hacía un gesto con la mano para que las dos chicas de la acera se montaran. Elvira entró de cabeza, literal. Marieta atacada de los nervios pasó por encima (literal) de ella y se colocó en el medio. Elvira, sin soltar su tacón de la mano que lo agarraba como si fuera un ramillete de novia, se intentó sentar en el hueco que le habían dejado junto a la ventanilla.
—Pero ¡cómo vamos, corazona! —dijo Blanquita mirando a Elvira en un tono muy cariñoso.
—Me he caído, maja… —contestó Elvira enseñándole su tacón en la mano. Parecía una niña mostrando su diente de leche recién caído, que tras haber pasado el mal rato, lo cuenta como una hazaña heroica.
—¡Ya veo, ya! —dijo riéndose.
—Mi vida es un asco… —dijo Marieta.
—Además eran nuevos, me costaron una pasta, tías… —dijo Elvira.
—Pero ¿a quién coño le importan tus zapatos? ¡Que mi vida es un asco!
—Que no, Marieta, que no —dijo Blanquita de manera conciliadora.
—¡Qué asco, de verdad, pero qué asco de vida! Se supone que deberíamos estar casadas con hijos, ¿no?, ¡qué sábados de mierda!
—Que no… —repitió Blanquita.
—Ya, mi vida también es un asco —dijo Elvira con el tacón en la oreja—. Mirad… oigo el mar...
Blanquita no pudo evitar reírse con semejante ocurrencia.
—Joder… es que… os podéis creer que cuando he entrado en el Lola’s me encuentro con Iratxe, la secretaria de recursos humanos, que me dice súper seria…
—Pues yo le he comido la boca a Jaime —dijo Elvira de golpe interrumpiendo a Marieta.
—¡¡¿QUÉ?!! —gritó Blanca completamente alucinada.
—¡Pero no la escuches que estábamos hablando de mí!, ¡de mí, Blanquita, de mí! —gimoteó Marieta.
—Elvi, por favor, por favor… pero si es tu mejor amigo, pero ¿qué has hecho? —siguió preguntando Blanca.
—Ha sido culpa suya… —intentó justificarse.
—¡Hablemos de mí! ¿Puedo seguir con mi historia, por favor…? —rogaba Marieta desde el centro, se había vuelto invisible.
—Es que se me estaba acercando mucho al hablar, yo pensaba que me estaba mandando señales, ¿no?, entonces… pues eso… me lo comí… —dijo Elvira.
—¿Mandando señales? ¿Jaime? ¿A ti? ¡Joder, la madre que la parió! ¡Esta tía no tiene abuela! —exclamó Marieta.
—Ay, corazona, entre la música del bar y que estás medio sorda del derecho, normal que se te acercara para hablar, pero nada más, Elvi, que Jaime y tú como que no, nena, que no… —explicó con paciencia Blanquita.
—Ya… de eso me he dado cuenta luego, con su reacción.
—Vale, todas sabemos su reacción, ¿no?, ahora Jaime te odia más que nunca, punto pelota, ¡se acabó tu historia!, vayamos con la mía: Iratxe me ha dicho que, bueno… que es muy fuerte…
—Qué fuerte… —dijo ausente Elvira cortando nuevamente el discurso de Marieta—, me odia, Jaime me odia, y me odiará siempre.
—Sí, te odia y nosotras también, bueno, pues entonces Iratxe me viene y me suelta que…
—¡Jo, Blanquita, pero si sólo han sido unas babillas de nada!, ¡un besuqueo tonto! —decía Elvira buscando apoyo en su amiga la comprensiva.
—Ya, Elvi, pero es tu mejor amigo, es que… buff… la has lia’o bien gorda, corazona…
—¡Pues ya no os digo lo que me ha dicho Iratxe! ¡Os quedáis con las ganas! ¡A tomar por saco!
Marieta seguía siendo invisible.
Elvira pereció hacerse pequeñita, más de lo que ya era, en el asiento. Después, en silenció, fue levantando su mano hasta colocar el tacón roto en medio de su frente, y empezó a tatarear imitando el tono melancólico de Silvio Rodríguez:
—Mi unicornio azul ayer se me perdió, no sé si se fue, no sé si se extravió, y yo no tengo más que un unicornio azul… si alguien sabe de él… yo pagareeeeeeé, se fueeeeeeeee…
—¡Joder, pero qué tía! —gritó desesperada Marieta—, ¿tú la ves?, ¿eh?, ¿tú la ves?, ¡es que no la aguanto! —pero Blanca no podía dejar de reírse, botaba en el asiento como una loca, parecía el perro risitas, estaba muerta, muerta de la risa.
—… mi unicornio y yo hicimos amistad, un poco con amor, un poco con verdad… pero no tengo más que un unicornio azul… yo sólo quiero aquel, mi unicornio azuuuuuuuuuul… se fueeeeeeee…
—¡Sí, se fue! ¡Se fue trotando a la Playa Girón! ¡Basta! ¡Me cago en la enana-cantautora de mis pelotas!
Tras el grito de Marieta se hizo el silencio que enseguida se rompió por sus propias carcajadas. Las tres estaban tronchadas de la risa en el asiento de atrás de aquel taxi tarareando, esta vez, Playa Girón.
La primera en bajarse fue Blanquita que, con el gesto de su mano en la oreja, les dio a entender que mañana hablarían, y antes de meterse en su portal les lanzó un beso. Nuevamente con el taxi en marcha, Marieta contó, finalmente, a Elvira lo que le había dicho Iratxe. Después se bajó del taxi, pero antes de hacerlo, achuchó a su amiga Elvira y al oído le dijo lo mucho que la echaba de menos cuando no estaba pero que era un secreto entre las dos.
Ya por fin, frente a la casa de Elvira, el taxi paró. La chica, después de pagarle al taxista le dijo:
—Perdona, te importa esperar hasta que entre en el portal, es que me da un poco de miedo.
—Tranquila, mujer, claro —contestó el hombre.
Al bajarse del taxi oyó un bip-bip y sintió su móvil vibrar. Marieta, pensó, mensaje de Marieta, volvió a pensar con media sonrisa. Delante de la puerta buscó con una mano, porque en la otra seguía llevando el tacón, las llaves en su enorme bolso. Se topó con el móvil así que lo sacó y siguió buscando. Las encontró. Fue a meterlas en la cerradura cuando, al mismo tiempo, abrió el móvil y vio que el mensaje no era de Marieta. El taxista pitó. Elvira lo miró y sin hacer ningún gesto volvió al mensaje:
"Lokita, akbo d yegar a ksa xo creo q dbriams trminar lo q mpzast sta noch xq dps d 30 añs ya va sendo ora, no cres? vent…"
Elvira, mientras oía el taxi marcharse harto de esperar, volvió a leer atónita el mensaje de Jaime, en voz alta:
—Loquita, acabo de llegar a casa pero creo que deberíamos terminar lo que empezaste esta noche porque, después de treinta años, ya va siendo hora, ¿no crees?, vente…
Atorada metió de nuevo las llaves y el móvil en el bolso y, alzando el brazo con el tacón en lo alto como si de un merecidísimo trofeo se tratara, gritó con todas sus fuerzas:
—¡¡¡¡¡¡¡TAXIIIIIIIIIII!!!!!!!
12 comentarios:
:D, me la imagino con el tacón en la frente, cantando el unicornio... me ha encantado. Me gusta mucho, Elvira, una vez más. Beso!!
Sí, creo que el del Unicornio quedará como momento estelar del blog ;-D
Gracias, Sempiterna, por estar siempre ahí, además ahora con el Facebook por partida doble. Beso, loca!
Buenísimo, Elvira :D No sé que tendra de cierto y cuánto de ficción, pero me recuerdan tanto las salidas con mis payasas del alma!!
Hay taxistas que son unos cielos por cierto. El último nos puso "don't worry, be happy" y nos dijo "olvídense hoy de todo los problemas que toca divertirse". Y nos pasamos el trayecto tarareando uuuuuuuuuuu uuuuuuuuuuuu uuuuuuu uuuuu, taxista incluido. Era un ángel, estoy segura :)
Besitos
jajaja que divertida me di leyendo esto!!
muy buena!!
saludos!
JAJAJAJAJAJAAJ, genial, qué noches locas tienes no Elvira? Y encima acaban bien!! Pero la verdad, me he quedado con las ganas de saber lo que le pasaba a la pobre Marieta!!! Algo muy grave para no reirse de ti oyendo el mar en el tacon... jajajaja. Bss
Geniaaaaaal! y todas las navidades por delante! ;) Beso enorme!
Lopillas, la verdad es que la mayoría de los taxistas tienen mucha, mucha paciencia. Hay un blog muy conocido de un taxista de madrid: "Ni libre ni ocupado" os lo recomiendo, si todavía no habéis pasado por allí, tiene anécdotas geniales.
Tess, me alegro de que te divirtiera, gracias por pasarte de nuevo, un beso!
Mai, Marieta nos contará lo de Iratxe en próximas entregas ;-D
Y lo del final feliz, pues dudo que Elvira llegara a alcanzar el taxi midiendo 8cms menos por un sólo lado... (próximas entregas)
Zuri, y todas las navidades por delante, sí, sí, si, muaaaaaaaaaaa!!
JAJAJAJAJAJA. ¡Qué bueno, me ha encantado!
enorme Pao! Lo describes tan bien que es como veros en video!!! como puedes describir tan bien los personajes?? jooo un dia quiero aparecer en una!!!
que blanquita y marieta tienen el monopolio, aunque son tan autenticas que lo entiendo.
un besazo! nos vemos en nada!
Ma
querida niña como me gustan tus historias jóvenes llenas de vida... abrazos de Navidad para ti
Jo qué bueno.....muy divertido desde el principio, y el final.....qué envidia!!!yo tb quiero
Gracias, chicas!
Ma, yo también creo que ya va siendo hora de ampliar el repertorio. A ver si después de navidades entran aires nuevos. Mua!!
Abuela, me encantan tus comentarios y es una gozada tenerte siempre por aquí. Un beso!
Anónimos, gracias por pasaros y dejar vustros comentarios, es un detalle. Me alegro de que os diviertan las historias.
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