Llega un momento en la vida en que te quitan las dos rueditas de atrás de la bici, en que le pides a tu madre que deje de ir a buscarte al cole, porque prefieres volver a casa con las amigas, en que la cerveza deja de tener ese sabor a barandilla oxidada para convertirse en tu bebida preferida, pero sigo sin saber el momento exacto en el que te das cuenta de que eres lo demasiado vieja para seguir llevando tanga.
Frente al pequeño espejo del baño, sostenía las dos canas que me acababa de arrancar. Sujetándolas con los dedos, las llevé hasta la salita, con el brazo estirado, como si fueran pruebas de un delito.
―¡Mira! ―exclamé a mi madre mostrándoselas.
Dejó a un lado el libro que leía, se bajó las gafas hasta la punta de la nariz, las observó, levantó la vista, me miró, cogió de nuevo el libro, se subió las gafas y me pidió, sin apenas vocalizar, que me fuera a cagar. Acababa de regresar de París. Llevaba dos días en la casa de veraneo de mis padres. Era momento de asimilación. Necesitaba digerir el haber escuchado por teléfono a la guarra que se había tirado a mi novio, que yo me hubiera tirado a un gabacho, con el nombre de una tía tatuado en la nuca, amigo de un tal Bertrand, que el tal Bertrand se hubiera tirado a Lys mientras la llamaba Gleese, que mi cuenta bancaria estuviera a menos 387 euros, que un tipo me considerase, en su blog, escritora de la nueva literatura basura, que mi madre me preguntara cada dos por tres por qué había vuelto, que mi pelo se llenara de canas, y que mi culo estuviera cogiendo una forma, anatómicamente, incompatible con el tanga.
Decidí quedar con éstas. Escuchaba, con una cerveza en la mano mirando al puerto, como el chico con el que había quedado Marieta, el domingo por la tarde, le había dado plantón.―¡No apareció! ―Marieta.
―¡¿No apareció?! ―Blanquita.―No apareció… ―yo.
―¿Años? ―yo otra vez.―No sé, los nuestros, imagino, no sé… ―Marieta.
―Ya, así que no llegaba a los treinta ―Blanquita.―No llegaba… ―yo.
―¡Iros a la mierda! ―Marieta―Idos ―yo.
―¡Vete! ―Marieta.―No os sigo ―Blanquita.
―¡Que somos viejas y punto! ―yo.―¡No somos viejas! ―Marieta.
―Perdone, señora, ¿esta silla está libre? ―me preguntó un niño de unos doce años. Asentí con la cabeza y el crío se la llevó. Me giré hacia mis amigas, las miré y supe que ese momento había llegado. Me levanté y les dije que enseguida volvía.
Al de 15 minutos, estaba de vuelta.
―¿A dónde has ido? ―Blanquita.
―A mi casa ―yo.―¿Para qué? ―Marieta.
―Para ponerme bragas ―yo, otra vez.
12 comentarios:
Jajaja, me encanta el momento de frialdad final... Ahora vengo,jajaja. Me has robado risa insomne. Un beso.
Algun dia alguien me explicara el concepto psicologico del tanga en hombres y en mujeres. Las lecturas que ambos "bandos" hacemos. Y me gustará que "meloexpliquen"…
;)
Dato: En el 11 cumpleaños de mi hermano (hace 2), una niña se me acerco y me dijo:
-Oye, sabes que llevo tanga?-
Ahi lo dejo.
No creo que sea cuestión de edad, sino de culos; Si tienes un culo apañado da igual que lleves tanga con 40, pero si lo tienes reguleras, aunque tengas 20 años no te quedará bien. Y las canas... a los 17 ya me veía canas, aunque estaban más ocultas que las de ahora y me echan menos de 30.
De lo demás no opino.. me espero a la siguiente entrega que luego me adelanto! jijiji
Ayyy elvira, pasan los años... pasan los tios... Pero quedan las amigas!!! Perfecto!!! Me ha encantado, tanga forever!!! Bss
Denke, sobre el concepto psicológico del tanga, te reto a que sea una nueva entrada en tu blog. Éxito asegurado. Ya lo estoy viendo... Y cuidado con esas niñas.
Sí, no te adelantes, Miss Hurry, que ya sabes que eres de "rotura cardíaca fácil", jajajaj!! me encantó tu expresión! Beso!!
Mai, "tanga forever"??? yo ya me pasé a las bragas!!! ;-D Muaaaaaaaaaa!!!
Hola Prima!! Gracias por todo tus comentarios! Que sepas que me leo todos tus post, la primera semana estaba tan enganchada que no hacía otra cosa, casí ni cosí, imagínate...
Tiene un don y no dejes que nadie te diga lo contrario. Por cierto, a ver si nos vemos algun día y me dedicas el libro!!
Por cierto, yo sigo guardando mis tangas, me niego a tirarlos aunque no los use... ¿negando la realidad?... puede ser...
Un beso!!
Jajajajaja. Sí da en el ego cuando un niño te dice señora. Mira que yo tengo apenas 21 años y ya me ha pasado.
Las bromas que da la vida, ¿no?
Muchos besos, guapa.
Pues sí, Elvi, nos vamos haciendo mayores. Yo, últimamente, hasta estoy moralmente un poco menopáusica y todo :) Es lo que tiene el no menstruar desde hace 15 meses, pf, puf, puf!!!! (manga pá arriba)
Me ha encantado, pero sigo sin creerme me tú hayas dejado de colgar tus tangas "por la pocha" :)
Muaaaaaaaaaaaaaaa!
Será que yo soy de tragaderas anchas o que nunca he podido desprenderme de la subjetividad. El panorama de un tanga siempre va acompañado de una lucha antitética; una guerra civil interna. En las chicas, la manifestación de un tanga va más allá de la belleza y la perfección, por encima de formas, (o deformas) cartucheras y otras desproporciones celulíticas. Las adoro, invariablemente, como un primoroso obsequio divino. Al contrario, en un hombre, franqueando también formatos y estructuras, surgen tal como una funesta mortificación visual o una maldición de las deidades.
Ciertamente, pasan los años y los tíos, pero a mí me sigue gustando como escribes.
Es buenísima la historia,y más para las que estamos en esos delicados momentos en el que cada día te encuentras una amiga o enemiga cana nueva.En fin siempre nos quedará la braguita de talle bajo.Muy interante tu blog,permaneceré al tanto.Saludos.
Buuuffff qué difícil pero chulo sería llevarlo hasta en los 80, ja,ja,ja.
Y lo lastimoso quien no lo ha llevado nunca.
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