13 jun 2021

Las tres hienas

 

Fotografía: Frans Lanting

Edmund tenía 47 años y era el responsable de cortar la leña. Así lo estableció cuando el grupo de cuatro encontró la cabaña en medio de la montaña.

—Yo me encargaré de cortar la leña —dijo.

—¿Por qué tú? —cuestionó Poliana.

—Porque tengo barba.

—Bien, entonces yo me encargaré de recoger leña.

Y antes de que Poliana pudiera emprender la búsqueda bosque adentro Edmund dijo:

—No, lo hará Vivi.

—¿Por qué Vivi? —cuestionó una vez más Poliana.

—Porque la falda de Vivi es amarilla.

Está bien, pensó. El fuego no era lo único que garantizaba un lugar funcional (y esencial) en el grupo, así que, después de observar como Vivi se peinaba con los dedos su larga melena rubia, dijo:

—De acuerdo, yo buscaré agua.

—No, del agua se encargará Morti —sentenció Edmund.

—¿Por qué Morti?

—Porque Morti tiene dos nombres: Morti Cornelia.

Poliana miró a los tres miembros que formaban parte de su grupo de cuatro.

—Está bien, ¿y yo de qué me encargo? —preguntó.

Morti Cornelia sacó la flauta de su bolsillo del pantalón y, sentándose en una baja piedra junto al hacha de cortar leña, comenzó a tocar.

—Si no quieres tomar ninguna responsabilidad dentro del grupo, Poliana, eres libre para marcharte, no podemos retener a nadie que no sepa ser buena compañera —respondió Edmund.

Vivi se acercó a una de las ventanas de la cabaña y mirando su interior dijo:

—Pondremos cortinas y un bonito sofá rosa, para poder sentarnos los tres y hacer de este andrajoso espacio un cálido hogar.

Poliana la escuchó y dio un paso atrás. Se entrelazó las manos sobre su falda y preguntó:

—¿Y a dónde iré?

—Tienes todo el bosque para ti, pero esta cabaña es nuestra, aquí nos quedaremos nosotros tres trabajando, cada uno con su función.

Morti Cornelia cesó su melodía, sacudió la flauta al aire y poniéndose en pie se la guardó en el bolsillo.

—¿Por qué no puedo quedarme en la cabaña? —preguntó Poliana.

—Porque tu pelo es negro —contestó Edmund.

—Y tus zapatos son planos —añadió Vivi.

Poliana giró la cabeza y vio un inmenso verde desconocido a su espalda. Al voltearse de nuevo, fue clara:

—Sabéis que de poco os servirá el fuego y el agua si no tenéis comida.

—La tendremos —dijo Edmund.

Vivi sonrió a Morti Cornelia que, agachándose con lentitud, cogió la pesada piedra sobre la que había estado sentada. Se acercó por la espalda a Poliana y la golpeó con ella. El grupo de tres la observó en el suelo y, sin levantar la mirada de su cráneo reventado, se felicitó por el enorme compañerismo que los unía.

No hay comentarios: