No estaba siendo mi mejor verano.
Cogí con desgana el cepillo de dientes, un par de tangas y las metí en el bolso. Después rebusqué en el fondo y al palpar el estuche de las lentillas y las gafas, lo cerré y me lo colgué del hombro.
―¡Me voyyyyyyyyy! ―grité desde la puerta de mi habitación.
Mi madre salió al pasillo.
―Muy bien, hija, no vengas tarde.
―Mmmm… ―comencé rumiando la explicación que debía darle―, es que… no creo que venga a dormir, me quedo con Pedro, ¿vale? ―puntualicé con una fingida naturalidad.
―¡Me estás cansando! ¡Elvirita, guapa!, ¿eh? Me estás… me estás… ―cerró los ojos y apretó un puño en alto― ¡hinchando las narices!, ¡te lo advierto!, estoy de tu veranito hasta los mismísimos cataplines. ¡Qué asco de cría!, ¡que no sirves para nada!, ¡qué asco, de verdad, qué asco! Me ves que me paso todo el día derrengada, al cuidado de tus abuelos y tú sin mover un dedo, porque toda tu vida has sido una egoísta, ¡una E-GO-ÍS-TA, egoísta y caprichosa! ―abrió los ojos y bajó el tono de voz―. No has salido a tus hermanos, no señor, ellos están todo el día preocupados, pendientes de mí, pero tú… ¡Tú eres mala, mala y egoísta!
―Pero si son las ocho de la tarde y me he pasado el día…
―¡Vete a la mierda!, ¡anda!, ¡vete a la mierda! Y ¡déjame tranquila!, ¡que estoy muy cansada de ti!, ¿eh?, ¡a ver cuándo coño te largas y no vuelves! ―siguió farfullando no sé qué y se encerró en el baño.
Llevaba en casa de mis padres algo más de dos meses por vacaciones de verano. Había decidido no viajar, quería disfrutar de Bilbao. Trabajando en Estados Unidos me fascinaba la idea de pasarme tres meses en Bilbao. Iba a ser genial, me decía poco antes de tomar el avión en Huntington. Qué ingenua…
Al llegar a Bilbao, decidí ayudar a mi padre en la edición de unos mapas, para la publicación de su próximo atlas histórico de Vascongadas. Me enrolé en un voluntariado dando clases de español a inmigrantes en una ONG. Me turnaba con mi madre y mis tíos para cuidar a mis abuelos e intentaba, malamente, llevar una relación con Pedro, que desgraciadamente estaba haciendo aguas.
Aun así, para mi madre era la viva imagen de Damien, y yo estaba agotada de escucharla día tras día. Sabía que mi madre era una bellísima persona pero también sabía que a veces el rol de madre le quedaba grande. Mi autoestima estaba de capa caída, sólo contaba los días para salir de aquella casa.
Todavía paralizada en medio del pasillo, decidí contar hasta cinco y arrastrar mis pies hacia el hall.
―¡Elvira, Elvira! ―gritó mi padre desde su despacho.
Respiré hondo y me planté delante de su puerta que estaba cerrada. Preparé mis nudillos y toqué. Toc-toc-toc. Cuando éramos pequeños nos prohibía entrar sin pedir permiso. A día de hoy seguía tocando de forma obediente, aunque no sé si tenía mucho sentido.
Asomé mi cabeza.
―Elvira, hija, ¿sales ahora?
―Sí… ―dije con cierta inseguridad temiéndome qué provocaría mi respuesta.
―Ah, estupendo, pásalo bien pero antes déjame encima de la mesa la anotación corregida desde el mapa 467 al 504 ―dijo sentado detrás de la enorme mesa y con las manos bajo su canosa barba.
―¿Qué…? ―pregunté sudando.
―Los mapas, hija. Este viernes he quedado con el editor, vamos a ver cómo queda la primera parte.
Dejé con lentitud el bolso en el suelo y me apoyé en el quicio de la puerta.
―Verás… ―dije con enorme esfuerzo― no… no… no los he terminado.
Mi padre tardó en contestar.
―Bueno, pues dame lo que tengas.
No tenía nada. En las últimas semanas no había avanzado nada, me era imposible concentrarme delante del ordenador.
―Mejor el jueves… ¿eh? El jueves te lo entrego todo, ¿vale?
Mi padre chasqueó los dientes y asintió con la cabeza sin decir nada más. En silencio también, cogí el bolso, cerré la puerta y salí de casa.
Una vez en la calle, sentí vibrar el móvil. Era Marieta.
―Dime, loca ―contesté esperando el semáforo.
―A ver, enana, hemos quedado a las nueve y media en la terracita del Socaire.
―Ya… vale, pues no, no, no puedo, he quedado con Pedro ―dije cruzando en rojo.
―¿Duermes en su casa?
―Buff… no creo, mi madre me la ha vuelto a liar ―le expliqué resoplando.
―Elvi, ¿ya le has recordado a tu madre que hace casi treinta años que hiciste la primera comunión?
―Pssss… ya sabes cómo es, además vivo en su casa así que… es lo que hay.
―Elvira, sinceramente, estás en una situación en la que vas a tener que elegir: o tu madre o Pedro y... entre tú y yo, ¡Pedro está bastante más bueno! ―y se rió como una idiota de su propio chiste, yo también. Después añadió―bueno, tú disfruta y mañana quedamos sin falta.
―Mañana no puedo, tengo que estar en el hospital con mi abuela para darle la comida y la merienda. Y por la noche tengo que trabajar en los mapas de mi padre, que los llevo fatal.
―Jo, neni, pero si no te vemos el pelo.
―Sí, ya… bueno, este finde seguro, que me apetece mucho salir.
―¡Ya! Luego llegará el sábado y nos dirás: es que… jo… me da pereza…―dijo imitándome con voz de niña tonta.
Me reí y me despedí de ella prometiéndole que iba a cambiar.
Entré en el coche de Pedro que estaba esperándome en la esquina de la calle.
Me besó, yo apreté los labios. Ay, qué pesado, le dije. Qué guapa estás hoy, me dijo. ¿Guapa?, pues con qué poco te conformas, contesté. Con demasiado, me dijo, con demasiado, repitió. ¡Anda!, ¡que no seas pesado!, y ¡vámonos ya!, dije impaciente. ¿Cenita en mi casa y luego un poco de sofá?, ¿eh?, me preguntó con cara malo. ¡Noooooo!, que se nos hacen las mil y hoy tengo que dormir en casa que está mi madre que trina, así que unas cañas en algún sitio y ¡hala!, ¡me llevas a casa!, dije yo. Vamos, no seas tonta… quédate a dormir en mi casa, pero si en tres semanas te vuelves a Estados Unidos, ¿qué más dará lo que diga tu madre?, me dijo. ¡Qué fácil lo ves todo!, ¡qué fácil!, ¿no?, claro, como Pedrito ha tenido unos padres que le han consentido todo, pues, ¡hala!, ¡hago lo que me da la gana!, ¡pero yo tengo responsabilidad y mapas!, ¡muchos mapas que hacer!, ¡mapas!, ¡mapas!, grité. Sólo digo que… venga, vente a casa, que te hago un masaje, y si quieres vamos a recoger tu portátil y yo te ayudo con los mapas, ¿eh?, ya vas a ver cómo después te sientes mejor, me dijo. ¡Que no!, ¡que no!, ¡que NOOOOOOOO!, ¡que me agobias, Pedro!, ¡que no sabes cuánto me agobias!, ¡además tú no tienes ni idea de anotar mapas!, ¡que no!, ¡te estoy diciendo que nooooo, que no puedo!, ¿vale?, eres tan insistente que me agotas, ¡me agotassssssss!, le grité.
Pedro se acomodó en su asiento, miró al frente y puso las manos en el volante.
―Elvira, me estás machacando y ya no aguanto más ―dijo con una escalofriante seriedad―, sé que no estás pasando por un buen momento, pero lo que no es justo es que proyectes sobre mí toda tu mierda y… ―giró la cara y me miró― me estás haciendo daño, Elvira, mucho daño.
Lo miraba sin decir nada. No me dejes, Pedro, por favor, no me dejes, que sin ti la soledad me quema, suplicaba en absoluto silencio.
―Elvira, te digo en serio que me pareces una tía alucinante, nunca he conocido a nadie como tú, de verdad… pero esta relación ya no es saludable, yo… ya no puedo más… ―se le humedecieron los ojos―. Elvi, necesito alejarme un poco de ti, porque esto no va… ya no va ―después de quedarse en silencio un largo rato, me preguntó con cierta angustia― ¿No vas a decirme nada?
―No ―contesté de manera seca pellizcándome un muslo para evadirme de la enorme tristeza que estaba sintiendo en ese momento, y pensar sólo en el dolor físico de mi cuerpo.
Abrí la puerta del coche y salí.
―Txiki, yo te quiero… ―me dijo antes de cerrarla.
Ni le contesté, ni me di la vuelta siquiera para mirarlo. Me aferré a la correa de mi bolso con ambas manos, caminé erguida mientras sentía cómo se me dislocaba el alma. Ya no me quedaba nada.
7 comentarios:
Bienvenida de nuevo. Un beso enorme, pero ENORME eh? Muuuuuuuaaaaaa
Bienvenida.. por qué no escribes más? buen relato, real y crudo.. seguir siendo niños en casa de los padres es renunciar a mucho.. saludos.
Beso, Mai!! Siempre de las primeras, eh?
Mi querida Chiflada, sí, debo escribir más, me he propuesto publicar un relato por semana (4 ó 5 al mes), bueno, ya veremos a ver. Gracias por seguir ahí. Saludos.
Muy bueno Elvira. Vine a leerte después que me comentaste en mi "Nido Vacío". Y es que la vida es así, siempre dos puntos de vista opuestos, o más. Siempre muchas verdades y la mayoría de veces difíciles!
Qué pena, pobrecita.
Un saludo.
Te leí el viernes pero me quedé sin palabras. Simplemente, beso inmenso!
un beso tan tan tan taaaaaaaaaan gordo con un abrazo tan tan taaaaaaaaaan fuerte que si estuvieses aqui te estrujaría jejejejejejjejeje como siempre me dejas sin palabras.......
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