Miré el salmón, era una gruesa rodaja de salmón fresco. Estaba sobre la tabla de madera que acababa de colocar en la pequeña encimera de mi cocina. Miré por la ventana. La lluvia había arrastrado toda la nieve, ya no quedaba nada. La calle estaba flacucha. Viéndola tan desnuda daba pena. Miré de nuevo al salmón. No quería prepararlo con salsa ali-oli. Hoy me merecía algo especial.
De uno de los armarios saqué un pequeño bol. Lo coloqué en la parte izquierda de la tabla de madera. Empecé a trocear el pescado en taquitos. Cuadraditos, una veintena de cuadraditos. Algunos respetaban mejor la forma, otros no. Los dejé a un lado y piqué un diente de ajo y lo mezclé con un poco de cebolla igualmente picada. Lo eché en el bol y puse una chorretada de aceite. Se estaban ahogando. Un poco de pimienta negra y cilantro. Tomé los taquitos de salmón con ambas manos y los eché, de una sola vez, dentro del bol. Adiós, les dije con la mano desde arriba. Cogí la pequeña botellita de salsa de soja y la vertí sobre el bol. Planeaba como una avioneta extinguiendo un incendio. Una vuelta, dos vueltas, tres vueltas, hice una pausa y, con mucho riesgo, me atreví a una cuarta vuelta. El salmón chapoteaba en negro. Saqué un tomate de la nevera, el más maduro. Lo pelé y lo partí en pequeños trozos. Cubrí el salmón de rojo. Qué bonito, pensé. El contraste convertía la salsa en granate. Daban ganas de comérselo con sólo mirarlo. ¿Qué sabor tendría el granate? Con timidez metí el dedo índice en el bol. Húmedo lo saqué y me lo metí en la boca. Me chisporrotearon los ojos y se me escapó la risa tonta. Claro, sabía a sorpresa fermentada.
Lo dejé macerar mientras preparaba el postre. Algo dulce, muy dulce. Era mi día, era mi regalo.
Lo dejé macerar mientras preparaba el postre. Algo dulce, muy dulce. Era mi día, era mi regalo.
Calenté una pequeña sartén y pelé un plátano. Lo abrí en canal. Coloqué las dos partes sobre la sartén, parecía la imagen de un espejo. Lo rocié con un poquito de azúcar. No tardó en dorarse. Lo saqué y puse ambas partes en un platito. Batí nata líquida con mucha azúcar hasta formar espuma. Cubrí el plátano con la nata espumosa. Necesitaba algo de color así que escurrí por encima el bote de caramelo líquido. Llevé el platito, con cuidado de no derramar nada por el camino, a la mesa. Lo miré un instante. Qué rico, dije en voz alta orgullosa de mí misma.
Volví a la encimera. El salmón macerado me estaba esperando. Lo volqué en un recipiente algo más plano que un bol pero sin llegar a ser un plato, algo amorfo, vamos, que sirve para todo un poco. Piqué dos pepinillos al eneldo y lo mezclé en la masa que se había convertido mi salmón. Por último saqué de la nevera mostaza de miel y apreté el bote con gusto derramándolo sobre el pescado. Con todo ello formé una montaña y con un tenedor dibujé raíles de trenes hacia un lado y hacia el otro, como Richard Dreyfuss con su puré de patata en Encuentros en tercera fase. El tartar de salmón estaba terminado.
Calenté un par de rebanadas de pan y las abrigué con mantequilla y sal.
Una vez sentada a la mesa, lo observé todo con impaciencia.
—¿Qué celebramos? —me preguntó el vasito de agua balanceándose de un lado a otro.
—Que soy escritora, oficialmente soy escritora —dije con una sonrisa en la boca.
Un taquito de salmón, con mucho esfuerzo, pudo salir de la montaña que había creado para dar forma al tartar. Y sosteniéndose sobre sus dos finitas patas se sacudió la salsa anaranjada que llevaba encima.
—Enhorabuena —dijo entonces extendiéndome su minúsculo bracito.
—Gracias —dije dándole mi mano con mucho cuidado de no chafarle la suya.
Tomé el tenedor y fui a por mi primer bocado de tartar, cuando un gritito desde abajo me hizo parar.
—¡Esperaaaaaaaaaaa! —el taquito de salmón se había cubierto la carita con ambos brazos. Parecía no querer ver aquel trágico final tan de cerca—. Creo que antes deberías decir unas palabras.
—Bueno… —creo que llevaba algo de razón—, agradezco enormemente, a este tartar y a este plátano frito caramelizado, el estar conmigo en una celebración tan especial —al oírlo, tanto el taquito de salmón como una de las dos mitades del plátano se ruborizaron, y agacharon sus cabezas en gesto agradecido—. Hoy mi sueño se ha hecho realidad… ¡he firmado mi primer contrato editorial! ¡Se publica mi novelaaaaaa!
Tras mi berrido, cuatro taquitos más de salmón se unieron al que andaba solo, y comenzaron a corretear por todo el plato como locos al grito de: “¡oe, oe, oe, oe, oe, oe, oe!”. Una de las rebanadas de pan se puso en pie y pidió el baile a una de las mitades de plátano. Entusiasmada, y goteando nata, aceptó y se convirtieron en el Fred Astaire y Ginger Rogers de la mesa. El tenedor excitadísimo daba piruetas arañando la servilleta de papel quien aguantaba, con absoluta dignidad, semejantes girones.
Contagiada por tanto jolgorio me levanté y me auto jaleé a ritmo de mis propias palmas. Pero un ruido seco en la ventana me hizo parar de golpe. Era Fred, mi vecino, que perplejo me miraba desde el otro lado. Me acerqué y abrí la ventana riéndome de mí misma.
—Princesa, ¿todo bien?
—Mejor que nunca, ¿te gusta el tartar? —pregunté con una enorme e ilusionada sonrisa.
Calenté un par de rebanadas de pan y las abrigué con mantequilla y sal.
Una vez sentada a la mesa, lo observé todo con impaciencia.
—¿Qué celebramos? —me preguntó el vasito de agua balanceándose de un lado a otro.
—Que soy escritora, oficialmente soy escritora —dije con una sonrisa en la boca.
Un taquito de salmón, con mucho esfuerzo, pudo salir de la montaña que había creado para dar forma al tartar. Y sosteniéndose sobre sus dos finitas patas se sacudió la salsa anaranjada que llevaba encima.
—Enhorabuena —dijo entonces extendiéndome su minúsculo bracito.
—Gracias —dije dándole mi mano con mucho cuidado de no chafarle la suya.
Tomé el tenedor y fui a por mi primer bocado de tartar, cuando un gritito desde abajo me hizo parar.
—¡Esperaaaaaaaaaaa! —el taquito de salmón se había cubierto la carita con ambos brazos. Parecía no querer ver aquel trágico final tan de cerca—. Creo que antes deberías decir unas palabras.
—Bueno… —creo que llevaba algo de razón—, agradezco enormemente, a este tartar y a este plátano frito caramelizado, el estar conmigo en una celebración tan especial —al oírlo, tanto el taquito de salmón como una de las dos mitades del plátano se ruborizaron, y agacharon sus cabezas en gesto agradecido—. Hoy mi sueño se ha hecho realidad… ¡he firmado mi primer contrato editorial! ¡Se publica mi novelaaaaaa!
Tras mi berrido, cuatro taquitos más de salmón se unieron al que andaba solo, y comenzaron a corretear por todo el plato como locos al grito de: “¡oe, oe, oe, oe, oe, oe, oe!”. Una de las rebanadas de pan se puso en pie y pidió el baile a una de las mitades de plátano. Entusiasmada, y goteando nata, aceptó y se convirtieron en el Fred Astaire y Ginger Rogers de la mesa. El tenedor excitadísimo daba piruetas arañando la servilleta de papel quien aguantaba, con absoluta dignidad, semejantes girones.
Contagiada por tanto jolgorio me levanté y me auto jaleé a ritmo de mis propias palmas. Pero un ruido seco en la ventana me hizo parar de golpe. Era Fred, mi vecino, que perplejo me miraba desde el otro lado. Me acerqué y abrí la ventana riéndome de mí misma.
—Princesa, ¿todo bien?
—Mejor que nunca, ¿te gusta el tartar? —pregunté con una enorme e ilusionada sonrisa.
11 comentarios:
Zorionak otra vez...!!!! NO se si por ser "oficialmente escritora" o por alimentarte tan bien... jajajaj. Qué fue del sandwich con ventanita? jejejej ;)
Muuuua
no se por que pero no me ha costado nada imaginarme la escena...
Genial
Un beso loca
esa!!! esa!!! eres una genia! enhorabuena guapa!!!
besos
Ma
No me gusta el tartar pero me lo habría comido encantada por celebrarlo contigo! Beso gordo!
Gracias, locos!!
Mai, ni te imaginas cómo han mejorado mis dotes culinarios.
Besos de tartar con sorpresa fermentada, muaaaaaaa!!
Caramba!!! no sé si decirte gracias por tan peculiar post o decir buen provecho.
Saludos desde Montevideo.
Luis
Me gusta mucho el blog! ¡Original!
Ole, ole y oleeeee!
oe oe oe oeeeeeeeee jajjajjaj
Ey! Dinos el título que hay que comprarlo!!
Pues habrá que esperar, Leire, por lo menos hasta octubre, pero tranquila, lo anunciaré a bombo y platillo. Besos!
Incal, Luna bienvenidos al blog!
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