¿No lo has probado todavía? No, todavía no, tendré que ir. Vete, de verdad, no sabes lo que te pierdes. Vale, ¿New York?, ¿se llama el New York? Sí, el New York, increíble, en serio. ¿De qué habláis? De nada, que Elvira no ha probado el New York. ¿El New York de Jeannie’s? Sí. Oh, ¡demonios!, ¡no me lo puedo creer! Bueno, siempre que voy se ha terminado así que al final me pido lo mismo, un Cherry Pie. Claro, no llega al lunes, lo sacan el domingo y para el lunes al mediodía ya se ha terminado. Es que es como un orgasmo, ¿a que sí, Kayla? Sí, mira, Elvira, cariño, con el primer pellizquito que le des con el tenedor ya vas a sentir ese contorneo tan cremoso. ¡Uy, uy, uy!, y cuando lo tengas en la boca ni te quiero contar, es un orgasmo de los grandes, de los de mi Terry en sus buenos tiempos. Ya… como un orgasmo… ¿no? Elvira, chica, ¡con más entusiasmo! Déjala que a ésta se le han olvidado lo que son los orgasmos. ¡Ja, ja, ja, ja!, ¡ay, Kayla, qué mala!, pobre chica. Bien, pues iré este lunes antes de clase, a las nueve, y ¡claro que me acuerdo de los orgasmos!
—Hola, Jeannie.
—Hola, abejita.
—Bueno, quiero un trozo del New York.
—Cariño, no queda.
—Pero, Jeannie —dije mirando mi reloj—, es lunes y no son ni las nueve de la mañana.
—Lo siento, cuenquito de miel, se terminó ayer, vino Edna con un grupo de amigas y no dejaron nada.
Esperé junto a la puerta. Era domingo, las diez de la mañana. La cafetería seguía cerrada, sería la primera en entrar y la primera en probar el maravilloso New York. Vi a Jeannie acercarse.
—Abejita, ¿qué haces aquí?
—No quiero que nadie se coma mi porción de New York.
—¿El New York, dices? Hoy no es posible, Shannon lleva toda la semana enferma, no tenemos nada de repostería, ya sabes que es la única que sabe de esto. Ninguna otra se atreve a meterse en la cocina y competir con ella. ¡Ven la próxima semana!, te guardaré un trozo, te lo prometo.
—No Jeannie… —dije desmoralizada—, me voy a España por navidades, no volveré hasta enero.
—Oh, cariño, lo siento, bueno, pues en enero tendrás tu porción de New York, el mejor pastel que jamás hayas comido.
Bueno, ¿qué te pareció? Pero si todavía no lo he probado. ¿Cómo que no? ¿De qué habláis? De nada, que Elvira sigue sin conocer el orgasmo del New York. ¡Ay, dios mío!, ¡puro pecado!, ¿a qué esperas, chica? Si yo quiero comerlo pero no he tenido suerte hasta el momento, además me pillaron las vacaciones de navidad por medio. Vale, pero estamos casi a febrero, cariño. Lo sé, lo sé, Kayla, pero como es un poco caro quiero esperar a un momento realmente especial. ¡Ja, ja, ja, ja!, esta chica, es un encanto. Boba, diría yo. ¡Son casi doce dólares de trozo de pastel! Dentro de tres meses y medio es tu cumpleaños, ¿te parece razón suficientemente especial, cariño? ¡Uy!, a mí me lo parecería, chica, ¡vete!
Eran las cuatro de la tarde, miré por la ventana del salón. Había dejado de nevar. Al ser domingo las carreteras estaban cubiertas de nieve, casi no había movimiento de coches que las despejaran, así que decidí ir andando. Me calcé las botas de oso y el forro polar, me encasqueté el gorro y me metí, en el bolsillo de los apretados jeans, los quince dólares que había separo para la ocasión.
—Hola, Jeannie.
—Hola, abejita.
Me senté en la barra. Saqué de mi bolsillo los quince dólares y los coloqué en el mostrador, frente a ella.
—Un-New-York, por favor —dije muy lentamente, vocalizando a la perfección el nombre.
Jeannie, tras reírse burlona un rato, se dio media vuelta y acercándose a la neverita giratoria me preguntó con misterio:
—¿Estás segura de que quieres probarlo…?
—¡Jeannie, tráelo de una vez! —grité impaciente porque me moría de ganas, salivaba como el perro de Pávlov. Llevaba meses esperando aquel momento, mi New York y yo nos íbamos a ver las caras por fin.
Jeannie se acercó con un platito, lo portaba ceremoniosamente con ambas manos, y tarareaba una facilona melodía de intriga.
—Y… ¡Ta-chaaaaaán! —exclamó Jeannie dejando el plato en el mostrador, bajo mi depredadora mirada.
Lo miré, lo volví a mirar, me acerqué el platito un poco más por si no lo estaba viendo bien y finalmente dije:
—Pero… Jeannie, tiene crema…
—Claro, abejita, el secreto del pastel New York es su crema.
—Jeannie, no me gusta la crema… —dije bajándome del taburete y con paso lento llegué hasta la puerta.
—Pero, abejita, ¡¿adónde vas?!
—A mi casa, a comerme un yogur.
8 comentarios:
¿Crema? Ains... yo ya me lo estaba imaginando todo bañadito en CHOCOLATE! Y a estas horas..., y todavía sin desayunar... :)
Me ha encantado.
Mua!
Como diría mi amama, PERO NI SIQUIERA PROBAR????. Elvira, como eres asi? jajajaja, hija, probar una esquinita. Pues yo me he quedado con las ganas, para mi la crema es lo mejor. A tu vuelta trae una tarta para compartir... (vuelve pronto!!jaajjaja) bss
Está claro que lo que es mejor para unos, no tiene por qué serlo para otros... buf, demasiado filosófica! Besoooooos!
Que desilusioon! madre mia! si es queeee no hay que crear espectativas en la gente que luego te llevas chascos y dueleeeeee!
besazos!!!
jajaja bueno .....me acabo de dar cuenta del titulo.... no lo habia leido....asi que DECEPCIÓN ha sido MAYUSCULA!
Ah! que perversa eres Elvira… y ¿no se podía quitar la crema?....aggg! me has dejado salivando como el perrillo del Paulov ese,….. creo que voy a buscar algo…aunque sea una triste madalena.
Besitos no cremosos.
bueno igual queda todavía alguno de chocolate no? Y si no, no pasa nada, que de pasteles está el mundo lleno. De chocolate, claro.
Es cierto que las decepciones se van con chocolate así que, después de haberme dado un atracón, seguiremos buscando.
Besos a todos.
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