29 nov 2012

Paraguas bajo la lluvia



 Con gusto no moja de Javier Avi

Escucho: “no debes esperar a que escampe, tienes que aprender a caminar bajo la lluvia”. Me doy la vuelta disimuladamente, llevándome la taza de café a la boca, y las veo. Son dos amigas sentadas en la mesa de al lado. No creo que lleguen a los treinta, pero por ahí andan. Una con gafas y la otra con pendientes colgaderos XXL. La de gafas escucha a la de los pendientes, que utiliza frases con las que yo adornaba mi carpeta del colegio. Y pienso, qué pereza.
Por suerte, nunca he tenido este tipo de amigas, es decir, gurús espirituales. Quizá haya conocido a alguna, pero está claro que la tiré del tren a tiempo. Yo tengo a Marieta, que cuando quedo con ella, da un trago a su cerveza y dice “qué asssco de vida” y yo le digo “¿te acuerdas de Willy, el profesor de intercambio?, pues me lo he tirado”, las dos gritamos, nos abofeteamos los brazos y seguimos, atacadas de risa, bebiendo cañas, así que cuando salimos del bar, no caminamos bajo la lluvia sino que nos arrastramos. También tengo a Blanquita que, en vez de cerveza, bebe kalimotxo. Y supongo que ellas me tienen a mí, que bebo de todo.
—Tienes que motivarte. Saber qué quieres, e ir a por ello. Y si ves que no sale ¡zas!, ¡cambio!, ¿eh? ¡Zas!, ¡cambio!, ¿entiendes?
Zas-cambio. Me pregunto si la psicología humanista se sabe este truco: zas-cambio. La panacea para los suicidas.
Saco el móvil porque me está entrando la risilla floja. Miro la pantalla y entonces me río relajada, es como tirarte un pedo aprovechando el ruido de la cisterna, crees que los de fuera no te oyen, pero estás muy equivocada. El de la mesa de delante me mira, hace gesto raro y vuelve a su periódico.
—Y tienes que entender que hay que mojarse —continúa la de los pendientes—, arriesgarse, porque es agua. Agua.
—Claro… —asiente la de gafas.
—Te llevarás una pulmonía. Sí. Estarás fastidiada, no digo que no, pero es agua.  Nada más. ¡No hay paraguas que te proteja! ¡Mójate!
Y me viene a la cabeza, como hace 6 años. Blanquita, Marieta y yo, en Bilbao, regresábamos a casa andando en una noche de perros. No paraba de llover, y el frío de diciembre no perdonaba. Salimos del Casco Viejo. Cruzábamos el puente del Arenal con un único paraguas. Yo intentaba apretarme a ellas, mientras Marieta me empujaba hacia afuera al grito de “¡la enana necesita crecer!”. Blanquita, a carcajada limpia, retorcía las piernas para no mearse y yo amenazaba a Marieta con cantarle “El Pavo Real” si no me dejaba mi porción de paraguas. Blanquita se meó, Marieta odió, una vez más, al Puma y yo me mojé.
—Sí… agua… —y la de gafas sigue flipando.
Y yo me sigo riendo mirando a la pantalla negra de mi móvil.
—Perdona, ¿está libre? —Un treintañero con barba desaliñada me pregunta por la silla que hay junto a mí. Le miro con una sonrisita. Se agacha y me besa el cuello—. Tontaca… —dice.
—Tontaco… —y le muerdo la boca. La de los pendientes se calla y siento que nos mira. Me giro y le digo—: Tranquila, es Joan, mi paraguas.

4 comentarios:

Miss Hurry dijo...

Aysss que me gusta esto del amor. Y el dibujo y el color :)

Doctora Anchoa dijo...

Perezón, efectivamente. Alguna así conozco, y a veces, a mitad de disertación filosófica, le he acabado preguntando de qué narices estábamos hablando XDD.

Anónimo dijo...

jejeje, jajajaja..me descojono, me has hecho reír por primera vez en el día, ¡gracias, elvira!, mmmuaaaa.
(aparte, me meo de la risa con tus historias con tus amigas,me identifico aunque pongo a mis hermanas en sus lugares, jeje, y por otro lado, ¡odio mojarme con la lluvia!..:))

Elvira Rebollo dijo...

Ay, Miss Hurry, no sabes la ilusión que me hace que te fijes en el dibujo, es chulo, verdad? ;-)

Anchoa, perezón, perezón pero perezón, e inútil preguntar de qué hablan porque ni ellas lo saben, fijo!

Sofía, amor, cuánto me alegro de que hayas reído y que veas a tus hermanas en esas dos locas. Si son como ellas seguro qeu te lo pasas estupendamente. Besito gordo!!