Yo leo a Palahniuk de Javier Avi
Elvira golpeaba con
la uña el botellín de cerveza, al ritmo de You
& I de Crystal Fhighters, que sonaba en su cabeza, mientras parecía buscar a
alguien en el bar.
—...no sleep,
no chance, no need, forget about it... —canturreaba
sin importarle que aquel no fuera el tono—, …you
and me, no one else, nothing else, but us right now...
—A pesar de hacerlo bajito, cantaba como un pollo desgañitado, y
no, nada tiene que ver con su sordera, no nos pongamos
melodramáticos, ya lo hacía fatal mucho antes de que la
otosclerosis le dejara sin oído derecho, las cosas como son.
Se bajó con
disimulo la minifalda. Lo cierto es que nunca sabía vestirse para
esos eventos. Bueno, nunca sabía vestirse para nada. Joan, su novio,
tenía bastante más sensibilidad a la hora de conjuntar la ropa que
ella. Así que le aconsejó que llevara la minifalda negra de tubo,
el blusón blanco con escote y manga campana, el cinturón ancho
negro con tachuelas al igual que los zapatos Peep Toe, que según
ella podían confundirse con unos Louboutin, pero el destello del
plastiquete delataba, escandalosamente, que eran de Xti, comprados
en rebajas por 19'90.
—Cari,
desde la puerta te veo las bragas —le espetó Gael nada más
acercarse a ella. Y mientras la besaba, Elvira volvió a bajarse la
falda—. ¡Ay, pero me encanta! El negro se lleva muchísimo este
verano. ¿Es de Dolores Promesas?
—No,
¡es mía!, me la compré en H&M, por 4'95.
Gael resopló y
prefirió no contestarle. Luego le pidió un minuto para ir a pedir,
así que ella siguió con lo suyo:
—One life, live
free, big dreams, we're all about them...
Gael regresó con
una copa de vino blanco.
—¿Joan
ha venido? —Elvira negó con la cabeza—. ¿Por qué tu chico odia
relacionarse con la gente?
—Porque
es un tío inteligente.
—Gracias
por lo que me toca.
—De
nada, amor.
Un
hombre, desde lo alto de un pequeño escenario improvisado al fondo
del bar, pidió un poco de silencio. Hizo un par de chistes sobre lo
difícil que es callar a un público de barra libre, recibió las
falsas carcajadas con vanidad y, por fin, presentó a Raúl Perella
que subió con su libro en alto. Se apoyó en el taburete y se arrimó
al micrófono. Por un momento, Elvira pensó que estaba en el Club de
la Comedia.
—Buenas
noches a todos, gracias por venir a la presentación de mi último
retoño —Risas—. Germinado hace tres años pero gestado en los
últimos siete meses, con un parto rápido y sin dolor gracias a
Antonio Resada, pocos editores saben poner la epidural como él. —Más
risas. Sí, efectivamente Elvira estaba en el Club de la Comedia—.
Antes de empezar quiero dejar claro que no me considero filósofo,
empecemos por ahí, no lo soy. —¿Alguien tenía alguna duda?—.
¿Humanista?, es evidente que me mueve la parte humana de las cosas y
escribo sobre ello, pero sin necesidad de pensarlo, porque me nace de
manera orgánica. Soy orgánico. Cuando...
—Perdona,
¿me pones otro tercio? —pidió Elvira al camarero. Con el nuevo
botellín en la mano preguntó a Gael—: ¿Y esto cuánto dura?
—Cari,
no me seas coñazo. Te pido un poquito de paciencia. Conozco a Raúl
desde el instituto, lo acaba de dejar con su novio y las cosas no
están para perder oportunidades. En cuanto se ponga a firmar libros me acercaré a él, y tú ya
te podrás largar.
—¿Y
cuánto tiempo es eso?
—¡Y
yo qué sé!
—¡Sssht,
silencio! —exclamó el camarero a sus espaldas.
Elvira
agachó la cabeza y empezó a contar las tachuelas de sus zapatos.
—¡Ostras,
qué fuerte, Gael!, que el derecho tiene 4 más que el izquierdo.
Menuda chapuza, ¿no? Es que, aunque lo parezcan, no son unos
Louboutin.
—¿No
me digas? No me había dado cuenta...
El
padre de la criatura terminó su monólogo y la gente, después de
vitorearle, se empezó a dispersar por toda la sala. Gael trazó su
camino directo a la conquista y, quedándose sola, Elvira pidió su
tercera cerveza. Se apoyó en la barra, se sacó la braga del culo,
se bajó la falda y retornó a su mundo:
—...
you and I, no
one else, nothing else, but you and I...
—¿Qué
cantas? —le preguntó una mujer que, por su forma de vestir, se
negaba a admitir que cumplió los 40 hace años—. ¿Tocas en un
grupo?
—¡Oh,
no, no, no! —Y se rió.
—¿Escribes?
—Bueno,
hago lo que puedo. Soy profesora.
—Qué
encanto. A mí siempre me gustaron los niños, pero lo mío es la
escritura —¿Niños? Elvira prefirió beber y callar—. Perdona,
soy Aurora Villés —Y esperó a que Elvira pusiera cara de asombro.
—Yo
Elvira Rebollo.
—No,
me refiero a que soy Aurara Villés, Vacas
y coños
—Elvira estuvo a punto de añadir: Toros y pollas, pero prefirió
esperar—. Mi última novela —. Sí, hizo bien en esperar—.
Segunda edición en menos de un año, para ser literatura erótica es
todo un logro.
—Bueno,
Cincuenta
sombras de Grey
lleva unas cuantas más.
—Sin
comentarios. Eso no es erotismo es pornografía barata. Todo el mundo
puede escribir pornografía, tú podrías escribir pornografía...
—Gracias...
—...pero
hablo que para escribir literatura erótica te involucras en un
compromiso valiente contigo misma. Por dos razones. Una: eres mujer y
por ello te van a lapidar, y dos: la gente no conoce el sexo y por
ello son pocos los que realmente entienden este género.
—Ya...
—Te
desnudas y parece que es un acto permisivo para que te condenen. Para
que te conviertan en objeto. Las mujeres que escribimos tenemos
cerebro, lo demostramos en cada una de nuestras páginas, somos
sujetos no objetos. La lucha de la mujer escritora...
Y
en el
interior de la cabeza de Elvira: ...happy,
sppining, clapping, laughing, dancing...
—...es
para ser sujeto no objeto. La literatura erótica muestra a la mujer
sujeto no solo en el sexo, también
en el sexo...
...No sleep, no
chance, no need, forget about it...
—...es
importante enfatizar el también.
También. También.
—Sí,
sí, tan bien, tan bien. Con el calor que hace fuera y lo bien que
estamos aquí.
Elvira
no entendió por qué la de Vacas
y coños
se dio media vuelta sin ni siquiera despedirse. Poco le importó.
Terminó su cerveza y con la vista buscó a Gael. Cuando sus miradas
se encontraron, le explicó con gestos que se marchaba, él vocalizó
un mudo gracias
y le lanzó un beso.
Cuando
llegó a casa, encontró a Joan dibujando en la mesa alta de la
cocina. Lo miró y sonrió.
—¡Ey,
nena!, ¿cómo te ha ido?
Elvira
se bajó de los 10 centímetros de tacón, se quitó el cinturón y
el audífono del oído derecho y se acercó. Se sentó sobre él
abrazándolo y escondiendo la cara en su cuello.
—You
and I, no one else, nothing else, but you and I...
2 comentarios:
MENCANTAAAAAAAAAAAAAAA!!!!
Ay, Elvira, qué gusto da verse "mencionada" (ya, ya sé que son imaginaciones mías) en un escrito tuyo.
Me reflejas, pequeña saltamontañas ;) ( lo de pequeña sólo es por la edad con respecto a la mía, :DDD)
MMMUUAAAA
Sí, me da que ante el tema hipster-cultureta somos muy parecidas, creo que nos echaríamos unas risas mano a mano (muy prontito).
Remuuuaaaaa!!
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