Patti Smith |
—¿Una cerveza? —preguntó Almudena abriendo la nevera.
—No puedo beber alcohol —contesté apoyándome en la
encimera, junto al fregadero.
Estaba en su casa, me había llamado sobre la 19.00 h.,
pidiéndome que me acercara para ayudarla a organizar ropa vieja que quería
vender por Vinted.
—Sí, perdona, es verdad. Te recuperas tan bien
de las operaciones que olvido que vas hasta arriba de cortisona. Seguro que es
la última intervención, ya lo verás.
—No, no lo será —contesté algo molesta.
—Mujer, ten esperanza. La medicina avanza mucho, darán
con el remedio.
—No hagas eso, Almudena.
—¿El qué?
—Eso.
—¡Hola, Elvira! —El hijo de Almu acababa de entrar en la
cocina—. ¡Joder, te has cortado el pelo!
—¡Esa boca, Abel! —le espetó su madre.
—¿Te gusta? —pregunté y me atusé el flequillo—. Mucho
cambio, ¿no? Lo he hecho para disimular mis ojos.
—Te pareces mogollón a una de mi clase.
—Abel, acabas de hacer inmensamente feliz a una mujer de 43 años —dije y Almu se rio.
—¿Qué les pasa a tus ojos?
—Que se están quedando ciegos —contesté.
—Los tienes perfectos, no digas bobadas —dijo Almudena
sentándose en uno de los taburetes de la mesa.
—¿Ciegos?, ¿te vas a quedar ciega? ¿Por eso te operan
tanto?
—¡Abel, se acabó! ¡Vete a tu cuarto!
—Déjale, Almu. Si no sabe tendrá que preguntar, ojalá lo
hicieran los demás en vez de hacer eso otro constantemente. —Miré a Abel y
le contesté—: Sí, me voy a quedar completamente ciega.
—Joder, qué mierda, ¿no?, ¡pero mierda chunga!
—Esa boca, Abel, por favor…
—¿Y qué vas a hacer cuando te quedes completamente ciega?
—¡¡Abel!! —gritó su madre.
—Voy a suicidarme.
—¡¡Elvira!!
—Jodeeeer, qué mierda ¿no? Buah, chaval, ¿y ya sabes
cómo?
—¡Se acabó! ¡Abel, a tu cuarto! ¡Elvira, te prohíbo que
hables así a mi hijo!
—¡Me ha preguntado él!
—¡Es un niño, por dios!
—Joder, mamá, hago 12 en septiembre.
—¡Esa boca! ¡Esa puta boca!
Abel y yo nos reímos.
—Me sacáis de mis casillas, no os aguanto… No os soporto…
Abel, por favor, no te lo vuelvo a repetir, vete a tu cuarto.
Le guiñé un ojo y el chico hizo amago de irse pero antes:
—Elvi, ¿quieres que te haga una lista de formas de morir?
—Oh, estaría genial, gracias.
—Si escribes esa lista te mando al pueblo todo el verano
con tu abuela, ¿me has oído?
Abel asintió y salió obediente de la cocina cerrando la
puerta. Almu me miró con ira.
—Jamás vuelvas a decirle esas cosas a mi hijo.
—También es mío. Lo hemos criado entre las dos.
—¡Por favor! Pero si tú no sabes ni criar a tu gato.
—¡Pir fivir! Piri si ti ni sibis ni criir i ti guiti.
Nos miramos un instante y empezamos a reírnos como dos auténticas
idiotas. Luego me hizo un gesto para que me sentara en el taburete de al lado.
—No lo decías en serio, ¿verdad? —preguntó.
—¿El qué?
—Eso.
—¿Eso? ¿Qué es eso?
—Elvira…
—Almudena…
Alargó la mano sobre la mesa y acarició la mía.
—Te queda muy bien el pelo así. Te pareces a Patti Smith.
—No vuelvas a negar la realidad. Tu hijo de 11 años no puede
ser más inteligente que tú, así que no lo vuelvas a hacer.
—No la niego, es la verdad, te pareces mucho a Patti
Smith.
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