13 feb 2021

Las videollamadas las carga el diablo II

 

Operadora. Autor desconocido.


Videollamada. En la pantalla de un ordenador aparece la cara de tres mujeres residentes en Madrid. Llevan 11 meses teletrabajando debido a una pandemia que afecta al mundo entero porque un chino se comió un murciélago en diciembre de 2019.

En la línea de arriba, a la derecha aparece Almudena, 44 años, bibliotecaria en la UCM, madre soltera desesperada por un hijo preadolescente incombustible. Melenita corta y flequillo recto. Sin maquillaje y con gafas grandes azules de pasta. Camiseta negra de tirantes de los Montana Stomp diseñada por Joan, pareja de Elvira.

A la izquierda, Elvira, 43 años, profesora (online) de literatura en una universidad china. Corte de pelo ochentero a capas y flequillo, ella cree parecerse a Patti Smith pero se acerca más a Brian May. Camiseta gris y chaqueta de punto americano, ella cree parecerse a Arthur Miller frente a su máquina de escribir pero se acerca más a Velma de Scooby-Doo.

Abajo, Beatriz, 41 años, alma de actriz pero cuerpo de administrativa en la empresa de su padre. Superviviente de un reciente cáncer de mama. Pelito muy corto por las secuelas de la quimio. Camisa vaquera, cerrada hasta el cuello. Gloss nude en los labios, fino colorete rosado y pendientes largos de pluma.

ELVIRA.— No lo entiendo, ¿te ha dejado o no te ha dejado?

BEATRIZ.— No. Markus no me ha dejado, ayer me lo explicó. Tenía cosas que hacer.

ELVIRA.— ¿Se marchó a Múnich solo y luego estuvo dos semanas sin llamarte porque tenía cosas que hacer? Pues sí que era larga su to-do-list.

ALMUDENA.— O igual se le desconfiguró su Notion y ya no supo qué pasos seguir.

(Las dos mujeres se ríen.)

BEATRIZ.— No lo entendéis. Los hombres alemanes son así, priorizan.

ELVIRA.— Pues mejor me lo pones. A ver, Bea, debes darte cuenta de que es raro. Markus es un tío genial, no hay debate, todas lo querríamos como novio: sexi, inteligente y divertidísimo pero…

ALMUDENA.— ¿Por qué Markus te cae bien desde el principio pero a Carlos no lo soportas?

ELVIRA.— Te lo he dicho mil veces, porque Carlos es coach.

ALMUDENA.— ¿Y?

ELVIRA.— Y debería estar en el corredor de la muerte. Además, ¿por qué lo defiendes si ya tienes a tu panadero de Tinder?

ALMUDENA.— Es cocinero.

BEATRIZ.— Creo que me he perdido algo.

ALMUDENA.— Álvaro, un hombre que conocí en Tinder y nos mandamos cositas… Ya sabes, fotitos…

ELVIRA.— En pelotas.

BEATRIZ.— Uy, Almu, y parecías buena cuando te compramos.

ALMUDENA.— ¡Lo soy! Me hacéis sentir fatal. Álvaro es solo un juego inocente.

ELVIRA.— Que te enseñen el merengue por videollamada ahora se llama juego inocente.

BEATRIZ.— Vaya, vaya con el pastelero.

ELVIRA.— Pandero.

ALMUDENA.— ¡Es cocinero! Además os vais a marchar las dos, una a Alemania y la otra a China en marzo, ¿qué voy a hacer yo?

ELVIRA.— ¡Ay, eso, Alemania! Entonces, ¿te vas a Múnich seguro?

BEATRIZ.— Sí, me voy, está decidido. Markus me ha explicado que el confinamiento se ha alargado hasta el 7 de marzo. Así que me marcharé a finales de marzo o principios de abril. Así Markus tiene tiempo de arreglar la casa, quiere cambiar las ventanas y la caldera.

ALMUDENA.— Ya. ¿Y confías en él?

BEATRIZ.— ¿En Markus? ¿Por qué no iba a hacerlo?

ELVIRA.— Porque ya te ha dejado una vez.

BEATRIZ.— ¡No me ha dejado!

ELVIRA.— Un poco sí, un poco sí.

BEATRIZ.— A ver, chicas, ¡prioriza!

(Silencio.)

ELVIRA.— Bueno, pues esperemos que estando tú en Múnich no le dé por “priorizar” otra vez.

BEATRIZ.— Mira, Elvi, preocúpate de lo tuyo que tienes mucho de lo que preocuparte. Te recuerdo que en marzo regresas al epicentro de la pandemia.

ALMUDENA.— En estos momentos el epicentro es Madrid. (Silencio.) Por comentar.

ELVIRA.— Bea, solo te digo que andes con cuidado. Markus es un encanto pero si vuelve a hacer tonterías: Next! No puedes perder el tiempo con hombres que no tengan las cosas claras. Debes tomar decisiones y hacerlo sin que te tiemble el pulso.  ¿Me oyes?

ALMUDENA.— Hombre, Elvi, Bea es mayorcita, tampoco eres su madre, sabrá lo que tiene que hacer.

BEATRIZ.— No, Almu, no te equivoques, Elvira no es madre, por suerte. Elvira es profesora, es profesora 24 putas horas al día. Se cree en posesión de la verdad absoluta y luego adoctrina a los demás. Tú haz esto, tú haz lo otro, no lo hagas así, hazlo asá. Eres…

(Beatriz es interrumpida por el móvil de Elvira que vibra sobre la mesa. Elvira se quita los auriculares y hace un gesto a sus amigas con el dedo pidiéndoles un minuto. Escucha el mensaje de voz recibido. Pone los ojos en blanco y suspira dos veces. Con enfado graba un mensaje de voz como respuesta. Sus dos amigas lo escuchan a lo lejos.)

ELVIRA.— Luo Kun, vamos a ver, ¿me quieres explicar, por favor, cómo pretendes empezar a redactar las conclusiones de tu tesis si todavía no tienes los objetivos claros? ¿Cómo lo vas a hacer? Cuando te vistes, ¡¿te pones los calzoncillos por encima de los pantalones?! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Objetivos y enfoque metodológico claros! ¡Olvídate de las conclusiones! Virgensantadelamormisericordioso… Vais a acabar todos conmigo, ¡señor!

(Deja el móvil. Se coloca de nuevo los auriculares y mira la pantalla de su ordenador como si nada hubiera pasado.)

BEATRIZ.— Vaya, tus alumnos tendrán ganas, ¿no?

ELVIRA.— ¿De verme?

BEATRIZ.— No, de que vayas a pasar 14 días de cuarentena encerrada en una diminuta habitación de hotel en Tianjin, mientras te acribillan a PCRs anales. Karma lo llaman.

ELVIRA.— Mis alumnos me quieren.

BEATRIZ.— Sí, te quieren, te quieren muerta. Pero ¿tú te ves? ¿Tengo o no tengo razón? ¡Eres una profesora odiosa! La típica amargada que lo paga con sus pobres estudiantes porque es incapaz de asimilar que su propia vida es una mierda. Y haces lo mismo con nosotras. ¡Actúas como una asquerosa profesora con todo el mundo!

(Silencio.) (A través de la pantalla Elvira observa seria a sus amigas largo rato. Ellas evitan mirarla.)

ELVIRA.— Bien, Beatriz, creo que después de decir lo que has dicho, necesitas ir un ratito al rincón de pensar.


No hay comentarios: