8 mar 2009

Madre no hay más que una

―Estás guapa, guapa, guapa, guapa, guapa, guapa, pero oye, ¡qué guapa que estás! Yo nunca te había visto así, ¿eh? Estás en tu mejor época, que te lo digo yo ―me decía mi madre mientras desayunábamos en la cocina de su casa―. De verdad, porque cuando naciste… madre mía… nunca he visto un bebé más feo, fíjate, pero fíjate cómo serías que cuando entraban las enfermeras a la habitación, las pobres para consolarme, porque yo no podía parar de llorar al verte, pues me decían: pero mujer, no llore que el año pasado tuvo usted un hijo muy guapo.
Me reí, no sé ni las veces que me había contado aquella historia.
―Sí, es que Gerardo tenía que ser un bebé muy guapo ―dije mientras pasaba las hojas del periódico sin prestar mucha atención al contenido.
―¿Gerardo? ¿Tu hermano Gerardo? Guapísimo, era una cosa de llamar la atención, de verdad te digo. ¡No te rías, boba, que es cierto! Con esos ojazos verdes, bueno… Pero lo mismo te digo que a ti para pasearte te llevaba con la capucha puesta y la manta hasta las orejas porque ¡eras de susto! Toda llena de pelo, qué cosa más horrorosa.
―Bueno, seguro que algo bueno tenía ―dije con media sonrisita.
―Uy, pues que eras una niña muy graciosa, porque lista, lo que se dice lista tampoco nos saliste, pero tenías un salero… tu tío Rafa se tronchaba contigo, y tu abuela Isidora también, lo que se reía esa mujer con sólo verte. Bueno, y a mí, ¿eh? A mí ¿cómo me ves? ―se apartó la taza de café de la boca y sonrió mirando al más allá, como si le fueran a sacar una foto en aquel instante.
―Guapísima, ama ―dije riéndome, me encantaba cuando hacía sus poses de actriz.
―Ya, la verdad es que todos me lo dicen, ¿eh?, Ay, Carmen pero qué estupenda estás, estás, mira, estás como nunca… ay, Carmen, ay, Carmen. Todos, todos, ¿eh? Hombre, a ver, no te voy a decir que no porque es que sí, pasé una racha, que buffff, qué racha, ¡ay, madre! Chelo, Antonia, Olga, tu tía Feli, Begoñita ―iba enumerando cada nombre contándose los dedos de la mano―, bueno, vamos, que todos me lo decían, porque estaba demacrada, como ¡para no!, ¡si te marchaste siendo una cría a China!
―¡Ama, tenía veinticinco años!
―Pues eso, una cría ―me respondió con absoluta convicción―, pero he de reconocer que China te sentó estupendamente porque mírate ahora qué guapísima estás y ¡hasta te has vuelto lista!, porque, hija, no has parado desde entonces, no-has-parado, que todos me lo dicen, ¿eh? ―y volvió a desenfundar sus dedos para contar―, Lalia, Ramontxu, Merche, Pedrolas, Angelita, Vicenta, si hasta el zapatero me lo dijo el otro día que fui a llevarle las botas altas que tengo de ante gris, las que me pongo con la falda tubo negra, ya sabes, ¿no?
―Sí, sí… la larga ―intenté adivinar mientras pegaba otro sorbito de café.
―¡No, mujer! La tubito que me queda justo por debajo de la rodilla ―y esperó a que con un gesto le diera a entender que sabía de qué me estaba hablando, así que cerré los ojos y asentí rápidamente con la cabeza.
―La tubito, sí, la tubito, sí, sí, ya, ya.
―Bueno, pues me preguntó a ver si venías por vacaciones, qué hombre tan bueno es ése, de verdad, y me dijo que te vio en el periódico, que lo tiene guardado, fíjate, qué majo, ya sabes que se le murió la mujer, ¿no?
―Ay… pues no… ―dije atónita viendo la capacidad que tenía mi madre para cambiar de tema sin pestañear.
―Pues, empezó que si me duele aquí, que si me duele aquí, ay, ay, que se murió.
―¿De dolor?
―No, mujer, de cáncer.
―Ah… ―contesté dejando la taza de café en la mesa.
―Y el hijo de Txomin, el de la ferretería de la esquina que la traspasó el verano pasado, pues, guapa, se murió de lo mismo.
―De dolor.
―¡Y dale la mandanga, dale la mandanga!, mira que eres pesada ¡de cáncer! Hija, que a veces pareces tonta, ¡de cáncer!
Estaba completamente muerta de risa viendo a mi madre tan furiosa.
―Anda que… cómo te gusta burlarte de tu madre, vas a cobrar, ¿eh? ―me dijo contagiada por mi risa.
Después me miró fijamente ladeando la cabeza y me dijo con seriedad:
―Oye… ¿Irás a la pelu a que te corten un poco las puntas?, ¿no?, que tienes ya mucha greñidera y a que te den esos brillitos para que se te aclare un poquito la melena, ¿no?
Me estiré un mechón de pelo hasta colocarlo ante mis ojos.
―¿Qué le pasa a mi pelo? Pensaba que estaba guapa ―dije sin apartar la vista de mi mechón.
―Estás guapísima, ya te lo he dicho, pero vete a cortarte el pelo y a que te den brillos.
Desde hacía siete años lo más cerca que mi madre me había tenido era a seis mil kilómetros de distancia, viéndome una o dos veces al año a lo sumo, así que dejé que me apabullara con su rol de madre, creo que estaba en todo su derecho.
―Bien, pues llamaré para coger vez ―dije.
Mi madre se levantó de la silla como si le picara el culo de repente, fue a la salita junto a la cocina y regresó con un cuadernillo. Descolgó el teléfono y empezó a marcar.
―Ya te la cojo yo, cariño, que a mí me conocen y te pasan ahora enseguida, termínate el café, ah, y en la nevera tienes los yogures que te gustan, y también te he cogido queso de Burgos y pavo, que ya sé que te gusta ponerte con… éste… ¿A ver? ¿Garbiñe? Que soy Carmen Garay, que ayer llegó mi hija de los Estados Unidos con unos pelos de asustar y…
La miré desde la mesa y después observé mis manos sujetando el café. Éramos tan diferentes, dos seres antagónicos unidos por un amor, agotadoramente, ilimitado.

4 comentarios:

María Jesús Rebollo dijo...

Gracias!! es el cuento más lindo que he leido nunca.
Cómo puedes tener tanta memoria, para contar estas narracionés tan bonitas.
Me he reido cantiad, pero tambien he llorado mucho.
Sé qué es un canto a una madre pesada. Pero madre al fín de cuentas.
Si somos distintas pero mi abuela, siempre decía que veniamos todas del mismo cesto.
Ella fue la primera de hacer el cesto.

Kaña-mon dijo...

Algun dia contaras la de los zapatos? jajaj, venga... Y la de los chivatazos de Blanquita? jajajaj.
Bueno,venga, las repaso en mi mente. Gracias por hacernos el lunes mejor!!!
musus

Anónimo dijo...

Genial! con el título lo dices todo! Beso enorme!

Anónimo dijo...

Qué diver Elvira! No te nos agotes y sigue escribiendo.
Mua!