8 mar 2010

Locura de amor en tres actos

Primer acto.
Personajes:
Madre
Hija

La escena se desarrolla en una salita de estar de una casa española. La hija de 26 años tumbada en el sofá, en pijama bajo la manta mirando al televisor. La madre de 51 años, de pie junto a la puerta, con el abrigo puesto y las llaves en la mano.

Madre: Hija, bajo un momentín al supermercado, ¿quieres que te traiga algo?
Hija: No.
Madre: ¿Nada?
Hija: No.
Madre: Algo querrás, porque tú siempre quieres algo, otra cosa no, pero pedir, ¡madre mía! No conozco a nadie que se pase todo el santo día pidiendo y pidiendo.
Hija: Jo, mamá, bufff… que no quiero nada, que me dejes, que estoy viendo esto.
Madre: Y ¿qué es esto?
(La madre se adelanta, se coloca en medio de la sala y mira al televisor)
Hija: ¡Mamá, quita!, ¡pero quita!, ¡joe, qué pesada!, ¡que no me dejas ver!, ¿no te ibas al súper ya?, ¡pues venga!
(La madre vuelve junto a la puerta y mira su hija con enfado)
Madre: Vas a cobrar, te lo advierto. Que hasta ahora he tenido mucha paciencia contigo porque, oye, yo comprendo que necesitabas tiempo para superarlo, a fin de cuentas tienes que pasar el duelo pero…
Hija: Mamá, no empieces, ¿eh? No empieces, déjame en paz, anda, y vete al súper que te van a cerrar.
Madre: Haz el favor de levantarte, ducharte y hacer algo, porque llevas así dos meses y ya está bien, ¿eh? Tienes a tu padre frito, frito está, ya a mí me tienes hasta aquí, hasta el cocorote, te lo advierto, ¿eh?, te lo advierto. O cambias de actitud o te vuelves a coger las maletas y te largas, porque así no, ¿eh? ¡Así no! ¡Que nos tienes a todos machacados!
(Silencio, la hija empieza llorar)
Madre: Bueno, venga, ¿pues te traigo algo o no?
Hija: Que no, que me dejes, que me dejéis todos en paz...

Fin del primer acto
***
Segundo acto.
Personajes:
Charcutera
Madre

La escena se desarrolla en la charcutería de un supermercado.

Charcutera: ¿De éste o de éste?
Madre: No, no, no, ponme de ése que de aquél ya sólo te queda el culo y no, que ya sabes que el jamón me gusta finito y sin gordos.
Charcutera: Pues de éste entonces, ¿más?
Madre: Pues sí, mira, me vas a poner mortadela, dame sólo cien gramos.
Charcutera: Te la doy ya toda, serán ciento cincuenta, no te lo cobro, mujer, pero llévatela.
Madre: Bueno, pues dámela, pero es que no quiero llevar mucho que luego se me pone mala, chica, y la tengo que tirar y me da una rabia, me da una rabia que pa’ qué. Es sólo para mi hija, ¿sabes?, que la tengo ahí en el sofá, que yo no sé, de verdad te digo que no sé…
Charcutera: ¿No anda más animada o qué?
Madre:¡¿Animada?! Se pasa el día llorando, sin hacer nada y gritándonos a todos, de verdad que yo ya no sé qué hacer.
Charcutera: Si es que es una niña.
Madre: Pero si ya lo sabía yo, se fue a vivir con este chico el año pasado, dime tú, ¡qué dos!, ¡jugando a ser mayores! Claro, ni un año han durado, ¡ni un año! Y ahora ¡hala!, ¡de vuelta a casa! ¿Tú te crees?
Charcutera: Pobres, a mí me dan pena, porque no me digas, no me digas tú, ¿eh?, que nosotras a su edad casadas y cargadas con hijos.
Madre: ¿Qué me vas a decir? Yo tuve a Pablo con 21 y con 27 ya tenía a los tres. Que me daban unas jaquecas, ¡qué jaquecas!, pero si es que éramos unas benditas. Tan crías y con tanta responsabilidad. Lo que no entiendo es cómo los hemos sacado adelante, pero ya me dirás tú para qué. ¡Para tenerla en el sofá llorando por un payaso!
Charcutera: Suerte que tiene. ¿Nosotras llorar? No teníamos ni tiempo de preguntarnos si estábamos enamoradas de con quien nos habíamos casado.
Madre: ¡Uy, uy, uy, uy, uy! Las preguntas existencialistas para esta generación que tiene tiempo, como mi hija, que como no tienen nada más que hacer pues se mira el ombligo y se lamenta de su trágica vida. ¡Dime tú!
Charcutera: Ya se le pasará, mujer, dale tiempo. Oye, ¿te pongo un poco de choricillo de pamplona?, ¿quieres?, te digo porque te acompaña muy bien con la mortadela. La mía, la pequeña, la de 17, se prepara unos bocadillos que oye, ya te digo, con un poco de queso del de Vaquero que sale muy bien, el semicurado, pues oye, riquísimo.
Madre: No, deja, que es rara hasta para eso, de embutido sólo le gusta la mortadela, es así. Sus hermanos comen de todo pero ¿ella?, ¿ella? ¡Madre mía!, ¡peor que su padre!

Fin del segundo acto.
***
Tercer acto.
Personajes:
Chorizo de pamplona
Queso semicurado
Membrillo

La escena se desarrolla en la nevera de la charcutería anterior.

Chorizo:¿Qué voy a hacer sin ella…?
Queso: Vamos, chico, no llores, venga, que seguro que mañana reponen otra.
Membrillo: ¿Qué pasa?
Queso: Nada, que se han llevado a Mortadela.
Membrillo: ¡Ay, no!, no me lo puedo creer, pobre Chorizo… ¡menudo golpe!
Queso: Éste ya no se recupera.
Chorizo: Llevábamos toda la semana juntos, toda una semana…
Queso: Es mucho tiempo, sí, toda una vida como quien dice. De hecho no había otra pareja como vosotros.
Membrillo: Bueno, nosotros mañana hacemos cuatro días y, sinceramente, mañana te venden y no me llevan contigo y yo me pudro, ¡me pudro!
Queso: Pero, ¿qué hace?, ¡está loco!, ¡¿qué hace?!
(Detrás se ve al chorizo sobre la máquina de cortar que está encendida)
Membrillo: ¡La leche! ¿Cómo ha encendido la máquina? ¡Queso, haz algo, haz algo que se nos mata!, ¡que éste es capaz de hacer cualquier locura por amor! ¡Queso, por favor!
Queso: ¡Nooooooooooo!
(Se apagan las luces)

Ovación. Cae el telón
Fin

6 comentarios:

Kaña-mon dijo...

Plas, plas, plas, plas!!! Mas ovación. Eso si, no voy a volver a comer chorizo...bss

Ayahara Harimata dijo...

Ozú, qué bueno! Jajaja, pobre chorizo que la vida le ha quitado a su mortadelacea!!! Buenísimo, esa madre hablando en la charcuteria y esa hija tirada en el sofá: ¡Como la vida misma!. Un besote!

Demente dijo...

! !!! !Los diálogos están clavados! Son acojonantes! y el tercer acto es genial!
Enhorabuena por tu Locura de amor en tres actos, no esperaba encontrarme algo tan original, gracias :D

Mizu dijo...

A partir de ahora el bocata de chori será siempre CON mortadela! Besoooo!

Elvira Rebollo dijo...

Gracias, chicas! guardemos un minuto de silencio por el chorizo y, a estas horas, por el membrillo también.
Demente, gracias por pasarte por aquí, recibe un saludo.
Besos a todas!! Muaaaa!!

Javier Luján dijo...

Es que nos creemos el ombligo del universo y resulta que no somos nada, ni nuestros sentimientos se pueden comparar a los de un buen chorizo pamplonica. Te Felicito.