―Perdona, ¿ves por algún lado mis pantalones?, ¿hola?
―¿Qué…? ―preguntó el chico levantando la cabeza de la almohada.
―Mis pantalones ―repitió la mujer. Seguía de cuclillas frente a la cama buscándolos.
El chico se incorporó, se frotó con una mano la cara y, haciendo un rápido barrido a su habitación, le señaló el radiador.
―Gracias ―dijo ella. Se levantó, fue hasta allí, los cogió del suelo y se los puso.
―¿Te vas?
―¿Tú qué crees? O ¿es que quieres que me quede para cantarte una nana? ―preguntó ella.
El chico se retiró el pelo hacia atrás con ambas manos y la miró sin decir nada mientras ésta metía sus enormes Ray-Ban en el bolso, después con la vista baja dijo:
―No sé, me parece todo un poco así, tan… no sé…
―Oye, mira, el martes tienes el examen de derecho civil ―afirmó la mujer señalándolo con el dedo―, así que te convendría pasarte el fin de semana entero pegado a los apuntes. Además ―hizo una pausa―, creo que tu profesora es dura de roer.
―No tanto…
―No te confíes ―dijo colgándose el bolso al hombro. Se acercó hasta la puerta, la abrió y antes de salir añadió sonriendo―: Hasta el martes…
2 comentarios:
Bueno, bueno, bueno.
Gracias, Nicolás!
Un abrazo
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