Castigo divino de Javier Avi
Cuando
crees que las cosas no pueden ir a peor, recibes esa llamada
telefónica de tu madre:
—Que
vamos.
—Que
venís, ¿a dónde? —pregunto.
—A
Madrid, a verte.
Y
es entonces, cuando se te empieza a nublar la vista y crees que un
tumor cerebral está a punto de acabar con tu vida de forma
inminente, pero no, no tienes esa suerte. Dos días más tarde te ves
en la estación de tren esperando la llegada de tus padres con un
cartel en la frente que dice: lo
intenté pero sigo viva.
Dejamos
las cosas en el hotel de al lado de mi casa. Mientras mi madre mea por
quinta vez, mi padre me pregunta si ya he encontrado un trabajo
serio. Salimos y nos sentamos en una terracita no muy lejos de allí.
—Para
mí una caña doble, por favor —pido al camarero.
Mi
padre quiere un crianza, un Rioja, y mi madre un zumito
de piña.
—No
hay, señora.
—Ay,
madre, que no hay, Elvira, que no hay. Si es que lo cuentas y no lo
creen, no hay nada que me salga bien, oye...
—Bueno,
mamá, no pasa nada, ¿eh? ¿Tienen de melocotón?
—Sí,
de melocotón sí.
—Mamá,
¿de melocotón entonces?
—Pues
qué le vamos a hacer, si no hay de piña pues será de melocotón.
He aprendido en esta vida a resignarme, hija, otra cosa no, pero
vivir con lo que me ha tocado es mi sino, nadie como yo para...
—De
melocotón, por favor —digo al camarero que se va agitando los
hombros.
—Tu
hermano está bien —dice mi padre.
—Lo
sé, hablé ayer con él.
—Su
mujer también está bien.
—Lo
sé, que te digo que hablé ayer con Gerardo.
—Y
¿tú estás bien?
—¡Cuantos
árboles tiene Madrid! —dice mi madre desde el país de Nunca
Jamás.
—Sí,
papá, yo estoy bien.
—Si
necesitas algo, no tienes más que pedirlo —dice—, porque los
dos
sois iguales para nosotros, nunca hemos hecho ninguna diferencia.
Nunca. Siempre os hemos tratado por igual. Tu hermano es inteligente,
serio, responsable y su opción fue casarse con Anke, una mujer muy válida, e irse a vivir a Alemania
llevando una vida impecable y tú, tú Elvira, eres nuestra hija
igualmente, nadie es menos. Nadie. Vives aquí y tienes tus cositas.
Y no por eso debes sentirte inferior, porque no lo eres, por lo menos
no a nuestros ojos. Sois nuestros hijos, los
dos,
sois nuestros hijos. Pedid y se os dará.
Amén.
—...
21, 22, 23, 24, 25... —Mi madre contando las hojas de los árboles.
Llegan
las bebidas y mi padre cree que es buen momento para comer, así que
le pide al camarero que espere y nos pregunta qué queremos. Miro la
carta plastificada que hay sobre la mesa y pido ensalada César y unas
alitas de pollo picantes.
—Para
mí, a ver —dice mi madre pensativa—. Mire, verá acabo de venir
de Bilbao, ¿sabe?, entonces ando revueltilla, porque el tren es
cómodo pero son muchas horas, hasta que no hagan el AVE, que
sinceramente no entiendo cómo no lo han hecho, vamos para atrás, en
vez de avanzar, es una cosa...
—Mamá,
que qué quieres.
—Pues
eso estoy diciendo, hija, que te entran las prisas y te pones muy
digna y ni me dejas hablar, como tu padre, de verdad, que no me
dejáis respirar, ¡ni respirar! Sois tal para cual, machacándome
todo el día, y dale, dale, todo el día...
—Mientras
lo piensa la señora, a mí me va a traer el carpaccio de buey.
—Muy
bien, caballero.
—...
todo el día, y eso que tengo paciencia, pero cojo y me largo si
quiero, pero no quiero porque a ver qué haríais sin mí. En fin, ni
me molesto, porque sois dos egoistas que poco os importo y yo ya no
estoy para perder el tiempo. Así que si es tan amable, me va a hacer
una tortillita
con espárragos, por favor, para que se me asiente el estómago.
—Señora,
solamente servimos lo que hay en la carta.
—Lo
que yo te diga, vamos, que hoy no es mi día, ¿no?
No
sé cómo lo hago, pero la intento convencer y, finalmente, se pide un tartar
de salmón.
Cojo
aire y espero a que el mundo se acabe en ese momento, pero continúa,
dando vueltas y vueltas y más vueltas.
—Me
llamaréis loca, pero en Bilbao no hay plaza con tanto árbol.
—Loca
—digo. Mi madre se ríe y me cuenta que la semana pasada vio en
Indautxu a mi amiga Virginia embarazada.
—Sí,
del segundo —le confirmo.
—¡Pero
si es una niña!
—¡Mamá,
tiene 35 años!
—Ay,
ella, que tiene amiguitas mayores, mayores, mayores de verdad,
casadas y con hijos.
—¡Mamá,
tengo 35 años!
—No
aparentas más de 13, ¿qué quieres que te diga?, mírate.
—Pero
es ya toda una mujercita —añade mi padre—. Una mujer adulta,
¿verdad?, que ha decidido vivir como una niña, y ojo, es muy
lícito. Hay opciones en esta vida y ella ha decidido vivir así, su
hermano tomó otro camino, ¿mejor o peor?, nadie es mejor o peor.
Los
dos
sois nuestros hijos y os queremos por igual.
Pego
un enorme trago a mi cerveza. Mi madre me coge de la mano y:
—Ay,
pitititititititi, ¿pititipotó?, no, no, no, ¡pitititititititi!
¿Pititipotó?
—¿Pero
qué dices, mamá?
—Tienes
que decir: ¡no, no, no, pitititititititi!
Empiezo
a no poder respirar. Más que seguro, ahora sí, es un cáncer de
pulmón fulminante, me muero, ya no estoy aquí...
—Pues
aquí está lo que han pedido, señores.
Pues
no, no era cáncer.
Comemos.
Sigue habiendo muchos árboles en Madrid, y mi padre sigue teniendo
dos hijos iguales, los
dos.
Regresa el camarero y pregunta si queremos postre.
—¿Postre?
—vuelve a preguntar mi padre como si no lo hubiéramos oído.
—Yo
quiero un yogur natural, por favor.
—Señora,
solamente servimos lo que hay en la carta.
—De
verdad, que no es cosa mía, ¿no? Nunca, pero nunca de los jamases,
en esta vida, he tenido lo que he querido, ¡nunca!, ni cuando...
—Mientras
lo piensa la señora, a mí me va a traer helado de pistacho.
—Muy
bien, caballero.
—...o
que me digas que mis padres me dieron lo que que quise, pero ¿de
qué?, ¿de qué?, ¿eh? Si hubiera nacido ahora, las cosas serían
muy diferentes, toda la mierda me tocó de golpe y es cuando...
—Y
tú, hija, ¿ya sabes qué quieres? Pide lo que quieras, con absoluta
libertad. Nadie aquí es menos. ¿Ya lo sabes?
—Sí
—respondo sin titubear. Miro al camarero—. Un revólver, por
favor.
—¿Con
tres balas, señorita?
—No,
con una es más que suficiente, gracias.
3 comentarios:
Jajaja! Extraño restaurante que no tiene tortillita de espárragos pero tienen balas! jajaja! Genial!
Genial!!!
Beso guapa!
Ma
Javi, en las cocinas de los restaurantes encuentras de todo, que te lo diga Chicote ;-)
Gracias, Maite, disfruta de la playita. ¡¡Mmmmmmmuaaa!!
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