Piratas de barrio de Javier Avi
—Nena, no. Gael es
amigo tuyo, así que vas tú, te diviertes y luego me lo cuentas.
—Por favor, por
favor, por favor...
Era un jueves.
Acabábamos de comer. Mientras Joan fregaba yo, abrazada a su
espalda, le suplicaba una y otra vez que se viniera a cenar esa noche
a casa de Gael. El conflicto que había surgido últimamente entre mi
buen amigo Gael y yo se llamaba Raúl, su novio. Hasta ahora había
tenido bastante suerte. La gran mayoría de mis amigas son de Bilbao,
y allí no hay problema porque los hombres van por un lado y las
mujeres por otro. Cuando hay cena de la cuadrilla, la mesa se divide
en dos, en un extremo los chicos y en otro las chicas, las amigas,
las de siempre. Este apartheid sexista me ha permitido relacionarme
con ellos de manera muy cordial, dado el mínimo nivel de
interacción. Todos contentos.
Pero en Madrid las
cosas son muy diferentes. Lo normal es que las parejas se sienten
juntas y compitan por el título de a ver quién se quiere más. Si a
eso le añadimos que la pareja de tu amigo te cae como el culo,
tenemos el resultado de una velada insufrible.
—Te lo suplico,
Joan, por favor, por favor...
Para seguir
entendiendo esta situación, debería explicar que la socialización
a Joan y a mí nos da un pelín de alergia. Ambos disfrutamos de un
mundo interior bastante cómodo y, desde hace casi dos años, mucho
más diáfano, puesto que decidimos tirar el tabique que los separaba
y formamos un único mundo tranquilo y autosuficiente.
—Por favor, no
aguanto a Raúl, es un escritor pedante, solo habla de su libro, de
él, yo, yo, yo... Porfi, porfi... ¡Friego el resto de la semana! ¡Del
mes!, ¿del año...?
Joan cerró el
grifo, se dio media vuelta y apoyó los brazos sobre mis hombros,
dejando que las manos gotearan a un palmo de mi espalda.
—Bueno, lo del año
entero era broma, ¿eh? —dije arrepentida temiéndome lo peor.
—Cinco polvos.
—¿Qué?
—Cinco polvos esta
noche.
—¡Venga ya! ¿Cómo
puedes traficar con algo como eso? ¡Es denigrante! ¡Eres lo peor!
—Seis polvos.
—¡Dos!
—Cuatro.
—¡Tres y se
acabó!
—¡Yeah! ¡Gracias,
Raúl!
A las 10 de la
noche, después de tomarnos unas cañas por Malasaña, estábamos los
cuatro sentados en la enorme mesa de comedor que Gael tenía en su
impresionante salón de su espectacular dúplex del centro de Madrid.
Porque la homosexualidad no es una orientación sexual, es una secta
de ricos y triunfadores, hablemos con propiedad.
—Ay, Joan, cómo
me alegro de que hayas venido. Tengo que decirte que tenía mis
dudas, esta tarde se lo decía a Raúl, ay, nene, que este hombre se
nos queda en casa dibujando y a ver qué hacemos con tanto muslito de
pavo. Pero qué bien que Elvi te haya convencido.
—Sí, bueno, todo
tiene un precio —Y se tapó la sonrisilla con la servilleta
mientras me miraba. Cabrón.
—¿Y exactamente
qué dibujas? —preguntó Raúl.
—Pues me han
salido un par de curros pintando murales en bares. A un colega le
acabo de terminar la fachada, ha quedado guapa. Y al otro ando con
los bocetos, el lunes se los paso y si le mola, la próxima semana me
vuelvo a Barcelona un par de semanas. De aquí a allí, donde vayan
saliendo cosillas.
—¡Un Banksy en
potencia! —exclamó Gael dando palmaditas—. ¡Por el arte hoy y
siempre! —Y todos levantamos nuestras copas imitándolo.
—Y por mi libro
—añadió Raúl.
Claro, cómo no, su
libro.
—No seas modesto,
nene, por tu nuevo libro —aclaró Gael.
—¿Otro, ya?
—pregunté bebiéndome la copa de trago.
—Ha sido un verano
horrible, lo tengo que decir. He vomitado todo lo que tenía. Del
vacío a la nausea perpetua. Brutal. Escritura automática.
—Orgánica —dije
sirviéndome más vino.
—Sí, exacto
—afirmó sin darse cuenta de mi ironía—. Han sido tres meses muy
duros, muy difíciles. Escribir es un proceso doloroso. La
aniquilación de tu propio yo. Dejas de existir para convertirte en
las voces de un nuevo monstruo creativo. Sinceramente, lo he pasado
mal, pero creo que Gael mucho peor. El que está a tu lado es el que
verdaderamente sufre la alienación a la que eres sometido. Bueno,
¿qué te voy a contar a ti Joan si vives con Elvira?
Joan alzó los
hombros y dijo:
—Pues ni idea.
Elvi escribe viendo la tele.
Nos despidieron
desde el quicio de la puerta. Se besaron, nos repitieron que
deberíamos repetirlo, se volvieron a besar, nos lo volvieron a
repetir, se volvieron a besar y el ascensor llegó.
—Gracias por los
muslitos de pavo —dije alzando la bolsa con el túper dentro. No me
escucharon, se estaban besando.
De regreso a casa
confesé a Joan que la noche no había sido tan terrible como me la
había imaginado, que me gustaba ver a Gael tan contento, que no
soportaba a Raúl pero me había reído mucho a su costa.
—Así que, como
nos lo hemos pasado muy bien, se suspende el precio a pagar.
Joan soltó una
carcajada.
—No, nena, me
debes tres polvos.
—Vale, te pagaré,
pero con un helado. Tarrina mediana de Mascarpone con dulce de leche.
—Tarrina grande de
Mascarpone y dos polvos —negoció.
—Tarrina grande de
Mascarpone y un polvo.
—Tarrina grande de
dos sabores: Mascarpone y Apple Pie, y polvo y medio.
—¿Polvo y medio?
¿Y qué es ese medio?
—Dímelo tú,
monstruo creativo...
Ganamos. No sé si
el título de a ver quién se quiere más, pero, en nuestro único
mundo tranquilo y autosuficiente, sexo con helado es un triunfo se
mire por dónde se mire.
7 comentarios:
¡genial, guapísima mía! (ah, y ¿sabes?, ya coincidimos en algo más, yo también escribo viendo la tele!!, jajaaaaa
¡genial, guapísima mía! (ah, y ¿sabes?, ya coincidimos en algo más, yo también escribo viendo la tele!!, jajaaaaa
¡genial, guapísima mía! (ah, y ¿sabes?, ya coincidimos en algo más, yo también escribo viendo la tele!!, jajaaaaa
(Madre mía, no sé por qué se ha triplicado el comentario!!, ayyyy, XD
jajajaaja!! pues para que se te oiga mejor!! En serio, yo que la tele te despistó, a mí me pasa mucho ;-)
Gracias, loca!! Beso!!
Oye, muy bueno. Que descubrimiento, tu blog. Te sigo.
Maldito mascarpone!
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