Shakin' Hands With The Holy Gosht de Balckberry Smoke
Me desperté
con la cara de Tomás a 5 centímetros de la mía. Parpadeé y él acortó la
distancia un centímetro más. Tumbado sobre la almohada parecía estar poniendo
huevos. Hola, gato, le dije. Saqué una mano de debajo del edredón y le acaricié
las orejas. Hola, gato. Me olisqueó la nariz y se bajó de la cama de un salto.
Me puse una vieja sudadera de la Trinity College y descalza me asomé al salón.
Joan estaba sentado en su escritorio con los auriculares puestos. Hola, feo, le
dije. No se giró, no se movió, no me escuchó. Me miré los pies desnudos y
apreté los dedos contra el suelo. Hace frío, feo. Lo observé dibujar impasible
y entré en la cocina. Alcé los brazos y fingí ser Tomás desperezándose. Pensé
en los días que tenía una vida, una vida sin terminar y eran muchos, demasiados.
Apreté el botón de la máquina de café. Joan siempre me dejaba preparada la
dosis y el vaso, con tan solo una pequeña presión del dedo índice mi día daba
comienzo. Vi salir el oro negro, me acerqué a la cafetera e inspiré con fuerza.
Dejé el café sobre la mesa y fui al baño. No reconocí a la mujer del espejo. Me
senté en el váter y me enrosqué papel higiénico sobre los dedos a modo de
ovillo. Tiré de la cadena, Tomás apareció como alma que lleva el diablo. ¿Por
qué te gusta tanto el agua si luego no puedes ni acercarte a ella? Me lavé las
manos y saludé a la mujer que tenía enfrente. La llamé vieja y acabada. Sentada
a la mesa, bebí el primer sorbo de café, cerré los ojos y deseé que el día
estuviera acabando. Me gustaba descontarlos, uno menos. Uno menos. Tomás se
sentó sobre mis pies desnudos y eso me reconfortó. Agaché la cabeza por debajo
de la mesa y lo vi mirándome. Gracias, gato. Joan entró en la cocina dando una
palma, ¿qué pasa aquí?, y se rio a carcajadas. Dime que es un chiste que
sigamos vivos, le dije. Se colocó en el medio de la cocina y empezó a mover el
culo de un lado a otro. Ven, me dijo. Me levanté sacudiendo a Tomás. Joan me
agarró de las manos y me apretó contra él. Empezó a tararear Shakin’ Hands with the Holy Gosht de
Blackberry Smoke. Me reí. Mi chico sabía dibujar pero no cantar. Nos
balanceábamos de un lado a otro sin ningún ritmo, parecíamos dos sombras trastornadas
en mitad de un pasillo abandonado. Me soltó y dio un par de palmas subiendo el
tono. Sabía que su alma estaba en Atlanta. Cogí a Tomás del suelo y,
levantándolo hacia los cielos, jaleé a Joan. El pobre animal se columpiaba en
el aire mientras los dos gritábamos everybody
knows, baby take it slow! Tomás se zafó y huyó de la cocina. Yo me
acuclillé para verlo correr mientras me reía agarrada al pijama de Joan. Con un
último grito, Joan se calló y con los brazos en cruz dio las gracias a la turba
que había llegado desde tan lejos para oírlo cantar. Me ayudó a levantarme y
cuando me tuvo frente a él, me sacudió el cabello de un lado a otro y después,
con toda esa maraña de pelo sobre la cara, me beso. ¡Buenos días, nena!, dijo.
4 comentarios:
Pues qué maravilla de días. 😘
Tengo el estómago encogiso, la sonrida en la boca y la sensación de un fin de película que en realidad es un comienzo, como cada día. Más días así, más días con besos de buenos días! ❤️
Mai, creo que quedan mejor escritas que vividas... ;-)
Susana, la cocina a veces también se nos llena de Montana Stomp.
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