I am your father por Aquatro
―¿Profesora?
Preguntó la estudiante entornando la puerta del despacho
que Elvira compartía con su compañera Verónica, en una universidad al norte de
China.
―Pasa, pasa ―dijo Elvira.
Recogía los papeles de su escritorio. Por lo menos los
intentaba ordenar. Finalmente desistió y decidió llevarlos todos a tropel hacia
el lado derecho del ordenador para comenzar a amontonar en el izquierdo los
libros.
―Dame un segundo…
―Sí, no pasa nada.
―Es que busco mi agenda.
La estudiante, que ya se había sentado frente a la mesa
de la profesora, se levantó y echó un vistazo al escritorio.
―Ahí, profesora.
―Oh, no ―dijo cogiendo un cuaderno lila de piel―, esta es
la personal, busco la de clase, la roja.
―La roja… ¿Ahí?, ¿debajo de los libros?
―¡Sí! Aquí estás. ―Y al sacarla del montón volvió a
derrumbar la montaña esparciendo nuevamente los libros por la mesa. Los retiró
hacia un lado sin darle mayor importancia y, levantando unos y otros trastos
más, encontró un bolígrafo―. ¡Boli! ¡Para escribir!
―Sí, para escribir… ―contestó su alumna dudando si había
sido una buena idea elegir a aquel caos de mujer como tutora de su tesis de fin
de carrera.
Elvira abrió su agenda y en voz alta se contextualizó así
misma.
―… y…. bla, bla, bla… de tema… ¿VIH?
La profesora sorprendida le preguntó si su tesis era
sobre el virus VIH en España. La estudiante asintió y miró a la puerta que
seguía entreabierta.
―VIH… no lo sé… no entiendo por qué quieres escribir
sobre ello…
Toc-toc
―Profesora, busco a la profesora Verónica.
En la puerta un estudiante asomaba la cabeza.
―En 20 minutos termina su clase, pásate después ―dijo
Elvira y volvió la vista a su alumna que permanecía sentada frente a ella con
las manos entrelazadas sobre los muslos.
―Perdona, te preguntaba sobre el VIH…
La estudiante miró la puerta que seguía abierta.
―Bien, cerraremos la puerta, ¿verdad?, que parece que
entra algo de frío. ―La profesora se levantó y la cerró. Volvió a sentarse y
esperó a que su estudiante hablara.
―Me interesa ―dijo.
―¿Qué es lo que te interesa exactamente?
―Me interesa. ―Y agachó la cabeza.
―Sí, por supuesto, es un tema interesante pero yo no sé
cómo puedo ayudarte.
―Es que usted no es como los otros profesores.
Elvira, que empuñaba el boli en una mano y sostenía la
agenda en la otra, decidió dejar sus cosas sobre la mesa y acercar la silla un
poco más a la de la estudiante.
―¿A qué te refieres?
―Que para usted no somos niños.
―No, claro que no, tenéis… ¿22, 23, 24 años?
―No todos los profesores lo creen y entonces a veces es
difícil expresar lo que pensamos realmente.
―Comprendo. Pero considero que es una apreciación tuya,
todos los profesores son excelentes y seguro que os tratan con la madurez que
demostráis tener en clase. ―Su alumna no contestó, se miró las manos y giró
varias veces el anillo que tenía en la izquierda―. Dime, ¿por qué quieres
hablar del VIH?
―¿Sabe que el año pasado cursé tercero en una universidad
en España?
―Sí, lo sé, en Madrid.
―Sí. ¿Puedo hablar claramente?
―Siempre.
Y su alumna habló. Tardó en hacerlo, comenzó con muchos
rodeos y pausas pero por fin le contó que desde los 17 años mantenía relaciones
sexuales abiertas. Nunca había tenido novio, quizá un par de relaciones más
duraderas pero nada serio y que disfrutaba del sexo libre y sin compromiso. Sin
embargo, el año pasado en España, se topó con una gran mayoría de jóvenes que
no querían mantener relaciones sexuales seguras, rechazaban el preservativo, así
que se había visto obligada a dejar de mantenerlas. Elvira tras escucharla se
inclinó hacia adelante.
―Creo que te estoy entendiendo. Lo que te parece
alarmante y digno de estudio es la irresponsable actitud de los jóvenes
españoles ante las relaciones sexuales abiertas y sus consecuencias.
―¡Sí! ¡Eso, eso, eso!
―Bien, pues vamos a trabajar sobre ello. ¿Te parece que
lo centremos solo en jóvenes universitarios?
―Claro, perfecto.
―¿Estudio comparativo?
―Sí, ¿China-España?
―No, céntralo más, Madrid ¿y? Piensa una ciudad en China
con características similares a las de Madrid.
―Claro, entiendo. ―La estudiante sacó una libretita de su
bolso y anotó algo en ella―. Y… profesora, ¿cree que tendré algún problema por
defender este tema como tesis?
―¡Por favor, ninguno!, ¿qué piensas de nosotros? Todos
los profesores sabemos que sois adultos y os tratamos como tal. Deja de tener
semejantes prejuicios, de verdad, no lo voy a permitir.
La puerta se abrió y apareció Verónica.
―Uy, perdón, ¿molesto? Dejo las cosas y me voy.
―No, tranquila, ha venido para definir su tema de tesis y
ya hemos terminado ―dijo Elvira.
―Vaya, genial ¿y sobre qué va a tratar? ―preguntó Vero a
la alumna.
Esta miró a Elvira, luego se miró las manos y finalmente
respondió:
―Es un estudio comparativo entre estudiantes
universitarios españoles y chinos.
―¡Qué chuli! Y ¿lo vas a enfocar solo académicamente?, o
¿también vas a hablar de los primeros novietes y esas cosillas…?
La estudiante no respondió, recogió su bolso, agradeció a
Elvira su tiempo y salió del despacho.
―Pobres…―dijo Vero―, les mencionas el amor y pasan una
vergüenza… Ay, estos estudiantes chinos son tan, tan, tan infantiles, ¿no crees?
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