10 nov 2020

¿Y si la vida fuera la opción B? (Segunda parte)

 

Fotograma de Back to the future de Robert Zemeckis

Nota: Continuación del relato ¿Y si la vida fuera la opción B?

Nuevamente un fuerte golpe hizo que me arrastrara por un suelo de gravilla con el que me raspé las manos. Me las miré y al ver que tenía algo de sangre las agité al aire.

—¡Carol!, ¿es que en el más allá no os enseñan a montar en bicicleta?

—Ya te he dicho que no vengo del más allá. Anda, levántate.

Dejó la bicicleta apoyada en la fachada de una moderna casa independiente. La formaban 3 cubos gigantes de hormigón blanco superpuestos de manera escalonada. Las ventanas no parecían seguir ninguna regla de simetría, enormes orificios acristalados salpicaban la fachada. Un cuidado jardín la rodeaba y una pequeña piscina rectangular asomaba por la parte de atrás.

—Joder, menuda casita, ¿quién vive aquí? —pregunté.

—Tú. —La miré atónita—. Te casaste con un arquitecto.

—¿Etienne?

—Etienne. ¡Vienes o qué!

Nerviosa seguí a Carol. Entramos en la casa. Del hall pasamos a un impresionante salón minimalista de techos de más de 8 metros de altura.

—Debe haber un error… —dije sin despegar la vista de los colosales muros—. Etienne nunca fue mi opción B. Un día, tras 4 años de relación, él me dejó y ya, nuestra historia no tuvo más opciones.

Carol me sonrió con cierto cinismo.

—Detesto a las mujeres que se hacen las víctimas —dijo y desapareció por un estrecho y larguísimo pasillo blanco que se abría en un lateral del salón. ¡Oye, oye!, le gritaba mientras intentaba seguir su apresurado paso. Se paró en seco y se dio la vuelta—. Agosto, 2008. Singapur. La relación con tu jefe es insostenible. Lanzas tu CV al mundo para comenzar el curso académico en otro país. Recibes 3 ofertas: un colegio internacional en la India, una universidad en EEUU, y un lectorado en Francia, en Lyon, en la misma facultad en la que ya habías trabajado un año antes. Descartas la India, no te interesan los niños. Por lo tanto, tus opciones se reducen a dos: Estados Unidos o Francia. Escribes a Etienne y se lo explicas. Le dices que hay una gran posibilidad de regresar a Lyon. Te contesta un breve email animándote a aceptar el trabajo porque le harías, palabras textuales, “el hombre más feliz del mundo”. Lees su email. Lloras. Lloras. Sigues llorando. Pasas la noche llorando. A la mañana siguiente confirmas a la universidad de EEUU que aceptas el trabajo. Tu opción A fue irte sola a un pueblo estadounidense del que nunca habías oído hablar. Esa fue tu opción A. Y ahora, si dejas de hacerte la víctima, voy a mostrarte lo que hubiera pasado de haber elegido la opción B.

Me quedé petrificada. No es que me hubiera hecho la víctima durante los últimos 13 años, es que simplemente no lo recordaba. Memoria selectiva creo que lo llaman, no lo sé, pero sí es cierto que soy capaz de borrar episodios completos de mi vida. Y, sinceramente, es maravilloso. Pero volviendo al caso, antes de poder asentir, Carol ya había desaparecido. Corrí hasta el final del pasillo. No la encontré. Me metí en una habitación que tenía la puerta entreabierta. Era un dormitorio. Vi a Carol sentada sobre la cama. Con una risita de adolescente me señaló la otra punta de la habitación, junto a la ventana. Un hombre de torso desnudo y jeans sin abrochar hablaba por teléfono de espaldas a nosotras. El corazón me reventó el esternón al escuchar su voz otra vez.

—Oh, madre mía, Etienne… —Me acuclillé y respiré como buenamente pude.

Al darse la vuelta y verlo de nuevo, después de trece años, me quebraron las rodillas y caí al suelo. Me apreté las tripas y empecé a llorar.

—¡Ya estamos otra vez! —espetó Carol.

—Es que lo quería tanto, tanto, tanto… ¿Qué nos pasó?

—Que elegiste la opción A.

—¿Por qué eres tan simple, Carol? ¡La vida no es A o B! La vida tiene pequeños parámetros que hacen que tus decisiones parezcan razonables en un momento determinado pero que llevados a otro punto de la línea temporal son absurdas. Sin sentido. Incluso, incluso… ¡son decisiones de las que te arrepientes día sí y día también! Vivimos siempre en una vida equivocada, ¿no te das cuenta? En una vida que de haber entendido en el presente nuestros errores del pasado, el futuro sería, no sé si correcto, pero sí plenamente justificado y por lo tanto convincente.

—Y ahora le da por filosofar a la llorona…

Carol no me entendía, pero al volver a ver a Etienne había comprendido que fue un error mi opción A. Siempre supe que Etienne y yo formábamos un buen equipo. ¡Míralo! Está como siempre, apenas ha cambiado. Se le ve feliz, tranquilo, la vida junto a mí le sienta realmente bien. Tuvimos nuestros problemitas, sí, claro que los tuvimos pero seguro que supimos hablarlo y solucionarlo, no hay más que verlo, es un hombre pleno junto a mí. Hemos formado el perfecto tándem que siempre creí que fuimos.

—Entiendo, mi amor —decía en francés por teléfono. Me levanté del suelo y me senté en la cama junto a Carol—. Sí, sí, ya sabes, hoy ha hecho algunas preguntas pero no te preocupes por ella, está en su mundo, y así mejor, no da demasiados problemas. No pienses en ello, por favor, mi princesa…

—Oh, está hablando conmigo —dije a Carol—. Siempre me llamaba princesa.

—Ya… —contestó ella.

—…Sí, acabo de salir de la ducha, en 30 minutos salgo para allá… ¿Sí?, bueno, voy a quitarte todo en cuanto te vea… ¿qué?... ¿con la boca? Oh, bebé…

—Buf, es que éramos muy piel con piel, ya sabes, unos guarrillos y, míranos, seguimos igual después de más de 17 años de relación, ¡madre mía! —grité fingiendo vergüenza.

—Ya, piel con piel…

En la habitación entró una jovencita espigada, pelirroja y de ojos miel claro. Confundida miré a Carol.

—Es Marion —me explicó—. Vuestra única hija de 12 años. Te quedaste embarazada al poco de llegar de Singapur. Os casasteis un año después.

—Es igual que él… —dije.

—Lo es, sí.

La niña hizo un gesto a su padre. Etienne terminó la conversación telefónica de manera abrupta y lanzó el móvil a la cama, Carol y yo lo esquivamos con cierta risa.

Su hija le preguntó si se marcharía también este fin de semana.

—Sabes que sí, cariño, el nuevo proyecto está en Ginebra y solo puedo revisar la obra los fines de semana. Salgo en 30 minutos.

—Es que no quiero quedarme sola con mamá, está loca.

¿Hola? ¿Cómo que la princesa está loca? ¿Coucou?

—Marion, no hables así, tu madre está enferma, ten paciencia con ella —contestó Etienne. La miró con cierta pena y luego continuó—: Está bien, ¿quieres pasar el fin de semana en casa de tu amiga Chlóe? Llámala y si le parece bien a sus padres te dejo con ella, me pilla de camino.

—Oh, gracias, papi, ¡gracias, gracias, gracias! —Y tras abrazarlo con fuerza, salió corriendo de la habitación.

—¡Y date prisa, en media hora me voy! —Se rio y terminó de vestirse.

Preparó una pequeña maleta, recogió su móvil de la cama y salió. Carol me estiró con fuerza del brazo y, con un “vamos”, le seguimos. Llegamos hasta la diáfana cocina. Etienne dejó la maletita junto a la puerta y se acercó a la mesa del fondo, una enorme plancha de mármol vetado sobre dos pies de piedra negra.

—Dios mío, Carol, ¿qué es eso…? —pregunté.

Eso eres tú.

En una de las sillas de aquella regia mesa vi a mi otro yo. A mi enorme otro yo. A mi desbordante otro yo. Pesaba por lo menos 50 kilos más que ahora. Me llevé las manos a la boca y retrocedí tres pasos, no lo podía creer, estaba completamente deformada.

—Tienes graves problemas de ansiedad que no sabes gestionar —empezó a explicarme Carol—. Intentas saciarte con comida y el resto del día duermes o lloras. Al poco de regresar a Lyon, las cosas volvieron a ir de mal en peor entre vosotros y teniendo un hijo pensasteis que se solucionarían, sin embargo la llegada de Marion no hizo más que empeorarlas. Etienne enseguida comenzó a hacer su vida fuera de casa, y desde hace 5 años mantiene una relación más estable con Sylvie Morin, su princesa.

No lo entendía. No lo podía entender. Soy independiente. Soy una mujer independiente. Con una carrera profesional que me da libertad para elegir cómo y dónde vivir, ¿por qué no me voy?

—¡¿Por qué no me largo de esta mierda-casa?!

—Primero, porque solo te quedaría la opción de regresar a Bilbao, a casa de tus padres. Tienes 43 años y una simple licenciatura, ni masters ni doctorado, y llevas casi 10 sin trabajar porque no lo has visto necesario ganando Etienne lo que gana. Mira todo esto, os sobra el dinero. Entonces, dime, ¿quién te contrataría ahora con semejante currículo? Y en segundo lugar, estás tan anulada psicológicamente que no tienes capacidad de decisión. Tu única inquietud desde hace 11 años es comer, comer y comer.

Cerré los ojos intentando procesar toda aquella información.

—Elvira —dijo Etienne acercándose a mi otro yo por detrás—. Me voy. Paso el fin de semana fuera, ya sabes, por trabajo, te lo he explicado antes. Me llevo a Marion, la dejo en casa de Chlóe.

—¿No quiere quedarse conmigo? —preguntó mi otro yo sin ni siquiera mirarlo.

—No es eso. Volveremos el lunes por la mañana.

Se dio la vuelta y recogió la maleta junto a la puerta.

—Etienne —dijo mi otro yo con muy poquita voz—, sois todo lo que tengo…

Etienne salió de la cocina sin contestar.

Se me saltaron las lágrimas de la impotencia.

—Dios santo, Carol… ¿qué he hecho con mi vida?

—Elegir la opción B.

                                                                                       (Continuará…)

 

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