17 mar 2009

El tercer ojo

China ya se había despertado. Eran las seis y cuarto de la mañana. Lo sabía porque el restaurante de debajo de mi casa hacía un ruido insoportable cada vez que abría y levantaba la persiana de aluminio. El sol se colaba descarado en mi habitación. Oía a los estudiantes dirigirse a los comedores del campus. Me di la vuelta y me hundí debajo del edredón, hoy era viernes, mi día libre. Me iba a quedar toda la mañana en la cama, porque había pasado una noche horrible, la misma pesadilla de siempre se había repetido una y otra vez, estaba agotada.
¡Ríííííííííííínnnng, rííííííííííínnng!
Miré el reloj, siete y veinte.
Salí de la cama destemplada y cogí el teléfono con desgana.
—¿Seeeeeeé…?
—Elvira, ¿la he despertado?
Al oír su voz me erguí como si de un sargento se tratara y fuera a pasar lista.
—Profesor Liu, no, no, claro que no, estaba desayunando, dígame.

El Profesor Lui, decano de la facultad de lenguas extranjeras de la universidad, me metió una chapa eterna sobre las correcciones de los textos 44, 45 y 46 que debía entregar a Feng Min para que pudiera llevarlas a imprenta antes de las diez de la mañana.
Tras colgar el teléfono, me preparé café, dejé correr el agua de la ducha para que se fuera calentando y encendí mi portátil. Leí los emails y la versión digital de uno de los periódicos que tenía en la bandeja de favoritos. Terminé el café y me metí en la ducha. Vaya… no había habido suerte, el agua seguía fría.

Crucé las canchas de baloncesto en dirección al edificio de los despachos.
—¡Profesora Elvira, profesora Elvira, profesora Elvira!
Me di la vuelta y a lo lejos vi a una de mis alumnas de tercer curso saludándome con la mano. Corría con pasitos diminutos, avanzaba más hacia arriba que hacia delante. Era divertido verla.
—¡Vaya! Pero, ¿quién te persigue? —le grité.
No entendió mi chiste, aun así me regaló una amplia sonrisa que me supo a gloria a esas horas de la mañana.
Empecé a subir las escaleras del edificio de los despachos. Los del departamento de español estaban en la sexta planta, no había ascensor. Olía a humedad. Los techos estaban desconchados y el suelo de azulejos bastante sucio. Llegué al pasillo del sexto piso. Allí tropecé con dos alumnas del primer curso, me saludaron muertas de vergüenza y escondiendo una risita nerviosa entre las manos. Les devolví la risa, me divertía ver a jovencitas de dieciocho años tan tímidas e infantiles. Abrí la puerta del despacho 67, lo compartíamos los cuatro profesores más jóvenes del departamento.
—¡Ooooh! Elvira Laoshi, nin hao ma?
Me preguntó Feng Min en un tono exageradamente respetuoso e irónico. Estaba sentada en su mesa, junto a la ventana, con el portátil encendido escuchando RTVE Directo mientras corregía: ¿unas composiciones, exámenes, ejercicios…?
—Podría estar mejor, pero no me quejo, ¿qué haces?
—Corregir estas composiciones de segundo.
—Composiciones… —pensé en alto—. Bien, ¿alguna novedad?
—Déjame ver… —apartó la vista de las correcciones y metió la cabeza en su portátil—. Vale, a ver, la tregua de ETA parece que también incluye lo de la extorsión a los empresarios vascos. Imágenes del cien cumpleaños de Francisco Ayala, ¡qué viejo! ¿eh?, y han llevado a Rocío Jurado a Madrid desde Houston en un avión UCI —Min levantó rápida la cabeza del ordenador—. ¿Qué es un avión UCI?
Se lo intenté explicar entre risas porque su manera de darme el parte noticiero matutino era única, tenía una capacidad especial para resumirme los mejores titulares del día y siempre me hacía reír.
Encendí el ordenador y la impresora, y le conté la llamada del Profesor Liu a las siete de la mañana. Así que en un momento le entregaría los textos para que los llevara a imprenta.
Min, sin hacer mucho caso a lo que le estaba explicando, se acercó y se sentó junto a mí.
—Uy, tú tienes muy mala cara —me dijo con tono de preocupación.
—Estoy bien, es sólo que no puedo dormir, no sé… estoy teniendo un sueño que se repite cada noche dos y hasta tres veces. Y es… una pesadilla que me agota porque paso tanto, tanto miedo que me tiene en tensión toda la noche, no consigo descansar.
—Pues… pues... cuéntamelo —dijo con sus dos manitas en la cara.
—Bueno, es siempre lo mismo, ¿no? Sueño que estoy en mi habitación, es de noche, la habitación está casi a oscuras y yo estoy intentando dormir en la cama, pero tengo los ojos abiertos y empiezo a ver a… personas, ¿no?, a gente en mi habitación. Pero no han llegado de repente, es como si estuvieran allí desde hace tiempo.
—Y, ¿qué hacen…? —me preguntó Min absolutamente enganchada a mi historia.
—Nada… me miran.
—Oh… ¿Todos? Y, y, y, y... ¿son chinos?
—Sí, sí, me miran todos y todos son chinos, todas son mujeres menos el que se sienta en la cama junto a mí.
Min dio un respingo en la silla y se llevó las manos a la boca. Me asustó.
—Feng Min, por favor, me estás metiendo más miedo tú que mi sueño —dije con la mano en el pecho y recobrando el aliento.
—Ay… perdona… bueno, y, ¿qué más?
—No hay mucho más, sólo que las personas son las mismas cada noche, no se trata de gente diferente cada vez, siempre son las mismas, las mismas caras, con la misma ropa, con sus ojos puestos en los míos, en silencio, esperando a que me duerma, no sé…
—Ya… bueno, y, tú… ¿qué haces…?
—¿Yo? ¡Nada! Min, no puedo hacer nada, porque en el propio sueño puedo sentir pánico, veo la imagen y siento un pánico horroroso, real, completamente real, miedo de verdad, ver a estas siete personas en mi habitación me paraliza, me aterra… Y Min, ¿sabes por qué…?
Min se acercó mucho a mí y con un gesto me pidió la respuesta.
—Porque… porque… al verlos yo sé que están todos muertos…
La impresora empezó a escupir los textos, Min y yo metimos un escandaloso grito que intentamos ahogar, rápidamente, con nuestras propias manos al darnos cuenta que se trataba de la máquina.
—Ay… Min… —dije todavía con el susto en el alma—, te aseguro que son tan reales, y el miedo es tan físico, tan agotador, que desde hace una semana es un suplicio irme a la cama y dormirme sabiendo que lo voy a volver a soñar.
Min me miró con seriedad, después se levantó y volvió a su mesa sin decir una palabra. La seguí con la vista. Estaba sorprendida de que de repente el tema le hubiera dejado de interesar por completo, así, sin más. Pero eran muchas las veces que no comprendía sus reacciones, así que no quise preguntarle nada y, olvidando la conversación, empecé a recopilar los textos de la impresora. Me levanté con el capítulo 44 en las manos.
—Elvira… —dijo, finalmente, Min desde su mesa. Me paré en seco al oírla—, Elvira… —repitió mi nombre clavando sus ojos en los míos—, pero… pero, ¿cómo estás tan segura de que es un sueño…?

Las sesenta y seis hojas del capítulo 44 se escurrieron de mis manos temblorosas y fueron cayendo al suelo, rompiendo el escalofriante silencio que acababa de inundar el despacho entero.

7 comentarios:

Kaña-mon dijo...

Muy bien Elvira, has conseguido que no vuelva a dormir en 2 semanas... otra vez!!!! Algun dia tendras que pagarme todos los traumas que me creas!!! jajajaj.
Ya verás que bronca en cuanto hablemos... tonight?? Musus

Anónimo dijo...

Cómo nos haces ésto??? tengo escalofríos y ya la conocía! Todavía me acuerdo en La Kanal! Ya no quiero vivir sola! jajja... Beso gordo!

María Jesús Rebollo dijo...

La verdad siempre has tenido esos contactos con el más alla.
Para ir al baño desde el salón, encendias todas las luces del pasillo,la lampara del comedor y las dos lamparas de las mesitas pequeñas.
El miedo te atenazaba,siempre veias a parsonas que habian vivido antes en unestra casa.
Es un poder extraordinario.
Los espiritus te acompañan siempre contigo.
Bueno deseo que no tengas más pesadillas.
Muchos besos muuuuuuuuuuua
Muchos besos.

Anónimo dijo...

Jo, Elvira, me ha encantado, ha sido tan real...reconozco que con lo espirituales que son los chinos esperaba un final de este tipo.
Muy bueno, Elvira, muy bueno.
No sé por qué pero los cuentos ambientados en China son los que más me gustan, tienen algo especial...
Muxus y GRACIAS.

Anónimo dijo...

jaja, Pauli. El nombre Feng Min...
De todas formas, me ha gustado la historia. Besos.

Elvira Rebollo dijo...

Ja, ja, ja!! Min!! es que el nombre es un pequeño homenaje a Feng Jing y, cómo no, a mi hermanita Chen Min, Muaaaaaaaaaaaa!!!

elena dijo...

Ayyyy chica, menudo yuyu ... pero entonces, ¿llegaste a averiguar si realmente era un sueño?