Celebraciones de Javier Avi
Es más que sabido por todos los que me conocen que detesto las celebraciones. Todas. Sin excepción. El top 5 sería el siguiente:
5.
Cumpleaños.
4.
Inauguración de casas.
3.
Navidad.
2.
Bodas.
Y
en la cima, en el nº1, la celebración más detestable
es...:
1.
Las despedidas de soltera.
Seamos
sinceros, no hay necesidad. No la hay. Reconozco que se establecen
una serie de tradiciones sociales pero que quizá, con el paso del
tiempo, habría que revisar. Porque repito, no hay necesidad, ¿una
despedida de soltera?, ¿para qué?, demasiado tiene la novia con
casarse, ¿no?
Lo
cierto es que siempre he sido felizmente huraña con este
concepto. Nunca había conocido nada más atroz que una despedida de
soltera hasta que...:
Era
jueves y, aunque eran las cinco de la tarde, me preparaba algo de
comer porque acababa de llegar de la universidad. Cuando estaba
dispuesta a hincarle el diente a la pechuga de pollo, el portero
automático sonó. Era Gael. Estaba borracho.
—Mi
cari, mi cari... Que te echo de menos, que te enamoras y me abandonas, mi
cari..., que ya no te veo, que no me haces caso, ay, mi cari...
Había
tenido comida con los del trabajo y se estaban tomando una copa
debajo de mi casa. Me pedía que me uniera a ellos. En realidad
no conocía a nadie y me daba bastante pereza, pero también es
verdad que desde que había empezado a salir con Joan no quedaba
tanto con Gael y lo extrañaba mucho. Le pedí media hora para comer.
Un poco antes de las seis bajé y los encontré en una de las
terracitas de la plaza. Gael, al verme, se levantó y me estrujó
hasta hacerme crujir la columna. Me presentó a todos con una sonrisa
descomunal. Serían unos quince. Muy diseñadores de interiores sin
serlo. Pro Malasaña reeducada. Tansgresores pasados por agua. Vamos,
muy hipsters. Me senté junto a Gael y éste se me amarró al
brazo y lo acariciaba como si fuera un perro, ay, mi cari...
Habían
pasado casi dos horas. Me había tomado unas 4 cervezas y me estaba
riendo como hacía tiempo. Sobre las ocho, se empezaron a
reorganizar, parece que la fiesta iba a continuar pero no allí. No
me enteraba de mucho porque tenía a Gael baboseándome la oreja.
—¡Pues
que se venga Elvira también! —exclamó una de las chicas, que creo
que se llamaba Eli o Leti.
—Genial
—dije—. ¿A dónde?
—Al
Náufrago, no está lejos de aquí. Es un karaoke, ¿sabes?
Bueno, se puede cantar o hacer lo que quieras. Supongo que mi marido
ya habrá llegado. Es que hemos alquilado la parte de atrás para estar más cómodos y a nuestro aire. Celebramos nuestro primer aniversario.
—¿Que
celebráis qué? —Mi cara era un poema.
—Ha
sido un año increíble, Elvira. A ver, sí, lleno de dificultades,
pero por eso mismo queríamos celebrarlo con todo el mundo que nos
quiere. Alex y yo nos casamos hace un año, y hoy seguimos juntos y
¡eso ya es mucho! ¡Y qué menos que celebrarlo con todos nuestros
amigos!
Pero
¿qué clase de carencia afectiva tenía esa chica? O ¿qué tipo de
complejo protagonista le estaba carcomiendo por dentro? Sinceramente,
¿a quién coño le importan los aniversarios de boda de sus amigos?
Si habéis llegado al año, compraos una pizza e id a casa a follar
como monos, pero ¡dejadnos en paz!
Y
mentalemnte taché del nº1 Las despedidas de soltera y coloqué:
Aniversarios de bodas de amigos. Así que todas las celebraciones
bajaron un puesto, cayéndose de la lista Los cumpleaños, lo que no
quería decir que dejara de detestarlos.
Me
terminé la caña absolutamente indignada, pero qué manía con
confundir mi felicidad es tu felicidad, ¿a quién se
le ocurrió semejante engaño empático? Tu felicidad es tuya y no
me la pases, ¡no la quiero, gracias! Y digo yo, ¿tanto se aburría
esta mujer con su marido que quería compartirlo con una veintena de
amigos?, ¿tan lamentable era su situación?, ¿tan poco la habían
querido en su infancia? Y no, decididamente no iba a ir al Náufrago,
estaba claro. La gente debía empezar a querer individualmente. Si te
casas, lo haces con tu pareja, no con doscientos invitados. Si te
compras una casa, lo haces con el banco, no con una docena de amigos.
Y si es navidad, ¡te metes en la cama hasta que nazca un nuevo
mesias! ¡Y no, no iba a ir al karaoke ése!, claro que no, qué
manía con celebrarlo todo, ¡qué manía!
Tres
horas más tarde estaba subida a hombros del tal Alex, en el
Náufrago, sujetando con ansia viva el micrófono mientras
berreaba Cien gaviotas de Duncan Dhu, y gritaba lo mucho que
quería a Eli o Leti.
Pues
eso, que detesto profundamente las celebraciones.
5 comentarios:
jajajj es que no puede ser, ay que ver cómo la lían a una...
Besito Elvira. Como siempre genial, me he echado unas buenas risas :)
jajaja! Genial! Por cierto me ha dicho Joan que como no te gustan las celebraciones que para el 13 del mes que viene alquiles un par de pelis y él llevara el vino.
Lopillas, me alegro mucho de que te haya divertido, era el objetivo, Gracias!!
Javi, dile a Joan que me parece genial, pero que del vino me encargo yo ;-)
Jjajaja! Genial te ha quedado este relato de ciencia ficción :). Porque esto sí que no hay quién se lo crea. Esa celebración NO puede existir ( a menos que la chica en cuestión sea una de las nuestras y que necesite un sicoanalista de por vidaaaaaaaaa)
Jajaja! Monis, siempre apuesto por la Ciencia Ficción!! (y por el psicoanálisis...) ;-D
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