Ilustración: Song Chen
La primera vez que Elvira trabajó en China fue hace 16
años. Desde entonces lo había hecho de forma intermitente, manteniendo siempre
un fuerte vínculo con el país. Y es que no había encontrado hasta el momento un
lugar donde se hicieran mejor las cosas aunque pocos la entendieran.
Dirección
La Decana Wang había asignado a Elvira coordinar, por
segunda vez, los exámenes oficiales que se repartían entre el Ministerio de
Educación China y Asuntos Exteriores de España.
En el despacho de la Decana Wang, Elvira y la profesora
Shao, del Ministerio de Educación China, atendían sus instrucciones. Primero en
chino y luego, con rapidez, lo traducía al español. Las tres mujeres agitaban
la cabeza en signo de conformidad constantemente, el ritmo de la reunión era
prodigioso, las preguntas se cruzaban al principio con cierta torpeza por el
idioma, pero, luego, las respuestas encontraban al destinatario sin desacierto,
y las fotocopias se repartían con metódico orden pero sin pausa. Después de 25
minutos reunidas, la Decana Wang las despidió no sin antes recordar a Elvira
que hablara con la sede de Pekín para organizar de nuevo los códigos de los candidatos.
Ya en su despacho, Elvira llamó a Pekín.
—José Ángel, soy Elvira de la Universidad de…
—Coño, Elvirilla, guapa, ¿qué pasa?
—Sí, verás, te llamo porque ya estamos organizando los
exámenes oficiales.
—¡No me jodas, pero si faltan casi dos meses!
—Sí, bueno, 7 semanas, verás…
—¡Joder, Elvira, guapísima, relájate!
—Ya, bueno, verás, es que volvemos a tener problemas con
los códigos de los candidatos, no concuerdan los de Madrid con los de China y
hay que establecer…
—¿Otra vez con el puto código de mis cojones?
—Sí, bueno, verás, debemos asignar uno nuevo…
—Oye, oye, mira, me pillas hasta arriba de trabajo, ya
sabes cómo estamos aquí, ¿no? Llámame la próxima semana y te lo miro.
—Pero José Ángel, nos corre un poquito de prisa, son
muchos los candidatos este año, solamente es asignar el cód…
—¡Cagüen la leche, Elvira, preciosa! No me seas china,
¡coño! Todo el puto día metiendo prisa.
—No, no es prisa, es que, verás, sin los códigos no
podemos… ¿José Ángel? ¿Hola? ¿José Ángel?
Dirección:
Chinos: 1 – Españoles: 0
Reunión
Elvira daba la bienvenida, en el aula 504, a las 23
personas que formaban el equipo de personal de apoyo para los exámenes
oficiales. Todos eran chinos. Tres semanas antes, los había seleccionado entre
los profesores y algunos estudiantes de postgrado. Tras el visto bueno de la decana,
Elvira los contactó, formó grupo de Wechat
y, después de tantear su disponibilidad, enseguida se fijó una fecha y una hora
para una reunión en la que todos estuvieran presentes, era importante. En la
reunión, Elvira explicó la gestión de estos exámenes y su labor específica en
ellos. Hubo bastantes dudas y le pidieron repetir, hasta en 3 ocasiones, el
funcionamiento de una de las pruebas del examen nº2. Expresaban con naturalidad
lo inseguros que se sentían al no tener ninguna experiencia anterior con dicho
examen. Elvira agradeció la sinceridad ya que le proporcionaba información sobre
lo que debía subrayar a la hora de prepararlos. Casi dos horas después, la
reunión terminó con la certeza de que todo había quedado claro.
Un día más tarde, Elvira decidió contactar a los
examinadores, un grupo de 5 profesores españoles. Al ser tan pocos estaba
convencida de que no les costaría ponerse de acuerdo para reunirse. Habría más
comunicación.
—Hola a todos, reunión esta semana para hablar de los exámenes
oficiales, necesito saber vuestra disponibilidad, por favor —dijo Elvira por el
grupo de Wechat que agrupaba a los 6.
—Uy, yo esta semana chungo —dijo uno.
—Ya, si hay reunión voy, pero prefiero que no porque ando
súper liadillo —dijo otro.
—A mí me da igual, lo que decida la mayoría pero por las
tardes imposible y por las mañanas tengo clase —dijo otro.
—Yo sí puedo, pero el martes, miércoles, jueves y viernes
no —dijo otra.
—Entonces, ¿el lunes sí puedes? —preguntó Elvira.
—A ver, poder sí puedo, pero si los demás no, pues como
que tú y yo no hacemos nada, ¿no? —contestó la otra.
—Ya, claro. Es importante una reunión antes de los exámenes
—dijo Elvira sin mencionar que sabía que dos de ellos no tenían ninguna experiencia
con el examen n°3 y n°4, estaba realmente preocupada con el papel que pudieran
desempeñar.
—Oye, Elvira, tengo ojos, puedo leer, pasa las
informaciones por el chat —dijo el primero.
—¡Hombre, leer sabemos todos! ¡Ja, ja, ja, ja, ja! —dijo
el tercero.
—Además será todo como la última vez, ¿no? Más o menos,
¿no? —dijo la otra.
—Sí, más o menos… —contestó Elvira pensando que menos que
más.
Reunión:
Chinos: 1 – Españoles: 0
Empatía
Era sábado, casi las diez de la noche, y Elvira y la
Decana Wang estaban en el despacho de la profesora Shao. Elvira revisaba los
exámenes escritos nº1, nº2 y nº3. Se habían hecho ese mismo día y el día
anterior. Había que mandarlos a Pekín pero antes de hacerlo la coordinadora y
solamente ella (por normas de Pekín) debía cerciorarse de que, además de que
estuvieran todos, el código nuevo correspondiera con el nombre del candidato. Sí, un trabajo
de chinos (nunca mejor dicho) sobre todo ante aquel volumen de papeles. Elvira
ya casi no veía.
—Te ayudo —le dijo la decana.
—No, puedo yo, no te preocupes —contestó sin dejar de verificar:
número de hojas, número de códigos y nombres chinos, que le parecían todos
iguales.
Así que ante la negativa de Elvira, la profesora Wang y
Shao se sentaron frente al ordenador y empezaron a redactar el listado de
incidencias de aquellos tres últimos días, hasta que Elvira levantando el brazo
dijo:
—Aquí ocurre algo.
Las dos profesoras se acercaron. Elvira les mostró un
examen. Su disertación estaba escrita a bolígrafo en 4 hojas, pero a mitad de
la última el estudiante cambió a lápiz.
—Repite los 6 primeros párrafos, así que es una parte a
sucio que ha olvidado borrarla —explicó Elvira.
—Bueno, Elvira, no es nuestro problema, continúa
revisando los códigos.
—No va a pasar el escáner. Le anularán el examen.
—No es nuestro problema, Elvira.
—He leído un poco por encima y es una buena disertación,
es un buen examen, y se lo van a anular por esta tontería.
La profesora Wang chasqueó la lengua molesta y le tradujo
a Shao la situación, ella le respondió algo que pareció molestarle todavía más
a la decana. Discutieron durante un momento y finalmente dijo:
—Bien, déjanos el examen, ella lo borrará.
—¡Gracias! Igual hay más...
—¡No, Elvira! No se pueden manipular los exámenes,
déjalos, con uno más que suficiente. ¡Me das muchos problemas!
Pero Elvira buscó y encontró 34 en total, así que entre
las tres profesoras se los repartieron, cogieron gomas, se acomodaron: una en
la mesa, otra en el sofá y la otra en el suelo, y empezaron a borrar como si no
hubiera un mañana. Al terminar, Elvira continuó con sus códigos y las otras dos
con las incidencias frente al ordenador, fingiendo que allí no había pasado
nada.
Al día siguiente, aunque Elvira solamente había dormido
tres horas, estaba animada porque únicamente quedaba por terminar el examen nº4,
y por fin podría descansar. Entró en la sala de profesores y preguntó a sus
compañeros qué tal los exámenes orales.
—Pues mal —dijo uno.
—Es que no tienen nivel —dijo otro.
—Y los que tienen se ponen tan nerviosos que no se les
entiende nada y suspenden igual. Min Xu, por ejemplo, suspendida —dijo otra.
—¿Min Xu? ¿Del grupo 403? —preguntó Elvira.
—Sí, verla fue para echar a correr y no parar —la otra,
de nuevo.
—Sí, sí, no dio ni una, no entendió la prueba 3, bueno, casi ninguno la entendió —dijo el primero. A ver si es que tú no la has sabido
explicar, pensó Elvira y luego dijo:
—Pero, no lo entiendo, Min Xu es una estudiante
brillante, prepara su postgrado en Alcalá de Henares. Va a marcharse en junio.
—Bueno, se marchará si aprueba los exámenes y si el
escrito lo ha hecho mal no le da la media —dijo el segundo.
—Si es que no hay nivel, no salen del “en mi familia somos
tres: mi padre, mi madre y yo” —dijo el primero.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Ya te digo! —dijo la otra.
—Son unos mata’os —dijo uno nuevo.
—Si es que es la historia de siempre. Mira, examiné en
Pekín y allí los candidatos te llevaban la entrevista, macho, ¡qué gustazo! ¡Así,
sí, joder!, había nivel, pero es que aquí son como putos niños —dijo el
primero.
—¡Completamente!, así que la chavala ya puede ir pensando
en otra universidad —dijo el segundo.
Empatía:
Chinos: 1 – Españoles: Hijos de puta.
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