Cuarentena de Javier Avi |
Beatriz
—¡Tonta del culo, quieres coger el teléfono! ¡Te he
llamado 6 veces! —El audio de Bea se oía por todo el salón. Joan se rio—. No
vayas de: ay, soy una pobre cieguita, no quiero hablar con nadie, ay, qué pena no tener 80 años para que esta pandemia termine con
mi vida de una vez por todas. ¡Coge el puto teléfono!
—¡Bravo! —gritó Joan descojonándose de la risa—. Anda,
llámala, no seas lastimera.
—Es que no me entendéis… —Pero no me dio tiempo a
quejarme más. Joan cogió mi móvil y presionó ‘llamada’ en el contacto de ‘Bea
chocholoco’.
—Hola.
—¡Holaaaaa!, ¡qué ilusión, puta ciega! —Lo dijo tan fuerte que Joan lo oyó y empezó
a reírse de nuevo. Luego me lanzó un beso y se fue a la cocina.
—Joder, Bea…
—Vamos, pero si estás estupendamente.
—Tengo los meses contados hasta que me extirpen el ojo,
¿realmente crees que estoy bien?
—Bueno, ¿y?, un agujero más en la cara, serás la fantasía
de cualquier hombre.
—¡Bea, por dios!
—Sí, a Dios le tenemos que agradecer que al crearnos nos
pusiera un cartílago en mitad de la nariz, que si no…
—Estás enfermísima. —Pero me reí y mucho.
Enrique
Joan me preparó un café en la cocina.
—Para mi niña —dijo ofreciéndome el vasito.
Mi móvil vibró en la mesa.
—¡Móvil! —grité.
—A ver. —Joan se acercó a la mesa y lo cogió—. ‘Enrique
Teatro’, un audio de WhatsApp.
—Vale, ponlo… —dije no demasiado convencida. No habíamos
vuelto a hablar desde que nos enfadamos hacía ya casi un mes.
Joan presionó la marca de play:
—Elvira, oye, que no sabía nada, vamos, que ni idea, que
he llamado a Darío para un tema de… bueno, sin más, un tema y joder, me ha
contado que te han operado. (Silencio). Y, bueno, odio los putos audios pero
claro, no sé si ves o no. Vamos, no quiero decir que no veas, sé que ves,
bueno, ahora mismo no, pero sé que verás, vamos, que… ¡joder que odio los putos
audios! —Joan y yo nos reímos—. Que, bueno, que mecagüen la puta, tía, que no
te lo mereces, bueno, nadie ¿no? Nadie se merece quedarse ciego. Aunque, algún
subnormal sí que se lo merece y últimamente hay muchos, muchos subnormales,
tía. Los reconocerás porque son los que se asoman a los balcones gritando “hola,
don Pepito, hola, don José” , ¡puto país de anormales! —Joan lo aplaudió muerto
de la risa—. Bendita pandemia que está destapando esta sociedad de retrasados
mentales que no saben no hacer nada. Macho, quédate en tu puta casa ¡pero en
silencio!, ¡hostias! Y tú, Elvi, mejor que nadie sabrás que esta gente con
tanta hiperactividad ahora, en dos
meses, saldrá a su balcón pero para tirarse, criaturitas ignorantes. Pero ya
sabes, luego los titiriteros somos nosotros, los del teatro, ¡tócate los
cojones!, tócate los coj… (Silencio). Bueno, que eso, que los audios no son lo
mío, ya lo estás viendo, vale, ver no
porque no ves, pero… ¡joder, ya me entiendes! Que yo solamente te quería decir que
siento mucho por lo que tienes que pasar cada año pero que a alguna hija de
puta le tenía que tocar, ¿no? —Solté una carcajada, Enrique también se reía en
el audio—. Cuando tengas ánimo, llámame, pero no para hacer esa mamonada de
tomar una cerveza por videollamada, las cañas nos las tomaremos cara a cara,
cuando pase todo esto, en el bar de Yassir, mientras nos deseamos la muerte,
como siempre. Cuídate, amiga, ¿eh? Cuídate, camarada.
—No llores, tonta —dijo Joan—. Venga, bébete el café.
Almudena
—Jo, Elvi, sé que detestas estas cosas, pero Carlos solo
quiere ayudarte. Lo hace con su mejor intención.
Tenía a Almudena al teléfono, me había llamado también
como unas 4 o 5 veces, así que le dije a Joan que aceptara su última llamada.
—Almudena, lo siento, pero no voy a hacer listas de
ningún tipo dando las gracias de lo maravillosa que es mi vida siendo ciega. Le
dices a tu querido coach que se vaya
con su positivismo a tomar por culo.
—Elvi, pero quizá si lo intentas… No sé, por ejemplo… A
ver, por ejemplo… Mira, si quieres empezamos por mi lista, ¿vale? —Resoplé—.
Sí, creo que es una buena idea. Entonces, mis tres cosas por las que dar
gracias son, a ver… déjame pensar… ¡Ah!, ¡doy gracias porque hoy he comido alcachofas
con bacon y estaban muy ricas!
—Enhorabuena.
—A ver, ¿qué más? No sé, es que hay tantas cosas por las
que estar agradecida y ser feliz, tantas, tantas… Bueno, claro, y agradezco
muchísimo esta conversación que estoy teniendo contigo.
—Almu, es una conversación de mierda.
—Bueno, vale, pero es nuestra y me gusta, a mí me gusta,
me hace feliz, muy feliz, ¿vale?, ¿eh? ¡A mí sí!, ¡a-mí-sí!, ¡joder con la
ciega de los cojones!
Joan
El móvil vibró a mi lado, lo miré y era una llamada
entrante, leí el nombre: ‘Joan carapitilín’.
—¿Qué pasa? —Había salido tan solo hacía 5 minutos a
hacer la compra.
—Qué, tonta, ¿qué se siente?
—¿Que se siente de qué?
—Has cogido tu solita el móvil. Has podido leer que era
yo. ¿Qué se siente al volver a ser una persona independiente? —Me quedé
callada—. Y tan solo a 8 días de la operación, eres increíble… Amor, de verdad,
sé que no es fácil pero no tienes que tener miedo a lo que venga, no tengas
miedo, te las apañarás, lo sé. —Apreté los labios porque no quería que me oyera
llorar—. ¿Qué, no dices nada?
—Compra papel higiénico, anda.
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