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24 nov 2019

Chinos vs españoles


Ilustración: Song Chen

La primera vez que Elvira trabajó en China fue hace 16 años. Desde entonces lo había hecho de forma intermitente, manteniendo siempre un fuerte vínculo con el país. Y es que no había encontrado hasta el momento un lugar donde se hicieran mejor las cosas aunque pocos la entendieran.

Dirección
La Decana Wang había asignado a Elvira coordinar, por segunda vez, los exámenes oficiales que se repartían entre el Ministerio de Educación China y Asuntos Exteriores de España.
En el despacho de la Decana Wang, Elvira y la profesora Shao, del Ministerio de Educación China, atendían sus instrucciones. Primero en chino y luego, con rapidez, lo traducía al español. Las tres mujeres agitaban la cabeza en signo de conformidad constantemente, el ritmo de la reunión era prodigioso, las preguntas se cruzaban al principio con cierta torpeza por el idioma, pero, luego, las respuestas encontraban al destinatario sin desacierto, y las fotocopias se repartían con metódico orden pero sin pausa. Después de 25 minutos reunidas, la Decana Wang las despidió no sin antes recordar a Elvira que hablara con la sede de Pekín para organizar de nuevo los códigos de los candidatos.
Ya en su despacho, Elvira llamó a Pekín.
—José Ángel, soy Elvira de la Universidad de…
—Coño, Elvirilla, guapa, ¿qué pasa?
—Sí, verás, te llamo porque ya estamos organizando los exámenes oficiales.
—¡No me jodas, pero si faltan casi dos meses!
—Sí, bueno, 7 semanas, verás…
—¡Joder, Elvira, guapísima, relájate!
—Ya, bueno, verás, es que volvemos a tener problemas con los códigos de los candidatos, no concuerdan los de Madrid con los de China y hay que establecer…
—¿Otra vez con el puto código de mis cojones?
—Sí, bueno, verás, debemos asignar uno nuevo…
—Oye, oye, mira, me pillas hasta arriba de trabajo, ya sabes cómo estamos aquí, ¿no? Llámame la próxima semana y te lo miro.
—Pero José Ángel, nos corre un poquito de prisa, son muchos los candidatos este año, solamente es asignar el cód…
—¡Cagüen la leche, Elvira, preciosa! No me seas china, ¡coño! Todo el puto día metiendo prisa.
—No, no es prisa, es que, verás, sin los códigos no podemos… ¿José Ángel? ¿Hola? ¿José Ángel?
Dirección:
Chinos: 1 – Españoles: 0

Reunión
Elvira daba la bienvenida, en el aula 504, a las 23 personas que formaban el equipo de personal de apoyo para los exámenes oficiales. Todos eran chinos. Tres semanas antes, los había seleccionado entre los profesores y algunos estudiantes de postgrado. Tras el visto bueno de la decana, Elvira los contactó, formó grupo de Wechat y, después de tantear su disponibilidad, enseguida se fijó una fecha y una hora para una reunión en la que todos estuvieran presentes, era importante. En la reunión, Elvira explicó la gestión de estos exámenes y su labor específica en ellos. Hubo bastantes dudas y le pidieron repetir, hasta en 3 ocasiones, el funcionamiento de una de las pruebas del examen nº2. Expresaban con naturalidad lo inseguros que se sentían al no tener ninguna experiencia anterior con dicho examen. Elvira agradeció la sinceridad ya que le proporcionaba información sobre lo que debía subrayar a la hora de prepararlos. Casi dos horas después, la reunión terminó con la certeza de que todo había quedado claro.
Un día más tarde, Elvira decidió contactar a los examinadores, un grupo de 5 profesores españoles. Al ser tan pocos estaba convencida de que no les costaría ponerse de acuerdo para reunirse. Habría más comunicación.
—Hola a todos, reunión esta semana para hablar de los exámenes oficiales, necesito saber vuestra disponibilidad, por favor —dijo Elvira por el grupo de Wechat que agrupaba a los 6.
—Uy, yo esta semana chungo —dijo uno.
—Ya, si hay reunión voy, pero prefiero que no porque ando súper liadillo —dijo otro.
—A mí me da igual, lo que decida la mayoría pero por las tardes imposible y por las mañanas tengo clase —dijo otro.
—Yo sí puedo, pero el martes, miércoles, jueves y viernes no —dijo otra.
—Entonces, ¿el lunes sí puedes? —preguntó Elvira.
—A ver, poder sí puedo, pero si los demás no, pues como que tú y yo no hacemos nada, ¿no? —contestó la otra.
—Ya, claro. Es importante una reunión antes de los exámenes —dijo Elvira sin mencionar que sabía que dos de ellos no tenían ninguna experiencia con el examen n°3 y n°4, estaba realmente preocupada con el papel que pudieran desempeñar.
—Oye, Elvira, tengo ojos, puedo leer, pasa las informaciones por el chat —dijo el primero.
—¡Hombre, leer sabemos todos! ¡Ja, ja, ja, ja, ja! —dijo el tercero.
—Además será todo como la última vez, ¿no? Más o menos, ¿no? —dijo la otra.
—Sí, más o menos… —contestó Elvira pensando que menos que más.
Reunión:
Chinos: 1 – Españoles: 0

Empatía
Era sábado, casi las diez de la noche, y Elvira y la Decana Wang estaban en el despacho de la profesora Shao. Elvira revisaba los exámenes escritos nº1, nº2 y nº3. Se habían hecho ese mismo día y el día anterior. Había que mandarlos a Pekín pero antes de hacerlo la coordinadora y solamente ella (por normas de Pekín) debía cerciorarse de que, además de que estuvieran todos, el código nuevo correspondiera  con el nombre del candidato. Sí, un trabajo de chinos (nunca mejor dicho) sobre todo ante aquel volumen de papeles. Elvira ya casi no veía.
—Te ayudo —le dijo la decana.
—No, puedo yo, no te preocupes —contestó sin dejar de verificar: número de hojas, número de códigos y nombres chinos, que le parecían todos iguales.
Así que ante la negativa de Elvira, la profesora Wang y Shao se sentaron frente al ordenador y empezaron a redactar el listado de incidencias de aquellos tres últimos días, hasta que Elvira levantando el brazo dijo:
—Aquí ocurre algo.
Las dos profesoras se acercaron. Elvira les mostró un examen. Su disertación estaba escrita a bolígrafo en 4 hojas, pero a mitad de la última el estudiante cambió a lápiz.
—Repite los 6 primeros párrafos, así que es una parte a sucio que ha olvidado borrarla —explicó Elvira.
—Bueno, Elvira, no es nuestro problema, continúa revisando los códigos.
—No va a pasar el escáner. Le anularán el examen.
—No es nuestro problema, Elvira.
—He leído un poco por encima y es una buena disertación, es un buen examen, y se lo van a anular por esta tontería.
La profesora Wang chasqueó la lengua molesta y le tradujo a Shao la situación, ella le respondió algo que pareció molestarle todavía más a la decana. Discutieron durante un momento y finalmente dijo:
—Bien, déjanos el examen, ella lo borrará.
—¡Gracias! Igual hay más...
—¡No, Elvira! No se pueden manipular los exámenes, déjalos, con uno más que suficiente. ¡Me das muchos problemas!
Pero Elvira buscó y encontró 34 en total, así que entre las tres profesoras se los repartieron, cogieron gomas, se acomodaron: una en la mesa, otra en el sofá y la otra en el suelo, y empezaron a borrar como si no hubiera un mañana. Al terminar, Elvira continuó con sus códigos y las otras dos con las incidencias frente al ordenador, fingiendo que allí no había pasado nada.
Al día siguiente, aunque Elvira solamente había dormido tres horas, estaba animada porque únicamente quedaba por terminar el examen nº4, y por fin podría descansar. Entró en la sala de profesores y preguntó a sus compañeros qué tal los exámenes orales.
—Pues mal —dijo uno.
—Es que no tienen nivel —dijo otro.
—Y los que tienen se ponen tan nerviosos que no se les entiende nada y suspenden igual. Min Xu, por ejemplo, suspendida —dijo otra.
—¿Min Xu? ¿Del grupo 403? —preguntó Elvira.
—Sí, verla fue para echar a correr y no parar —la otra, de nuevo.
—Sí, sí, no dio ni una, no entendió la prueba 3, bueno, casi ninguno la entendió —dijo el primero. A ver si es que tú no la has sabido explicar, pensó Elvira y luego dijo:
—Pero, no lo entiendo, Min Xu es una estudiante brillante, prepara su postgrado en Alcalá de Henares. Va a marcharse en junio.
—Bueno, se marchará si aprueba los exámenes y si el escrito lo ha hecho mal no le da la media —dijo el segundo.
—Si es que no hay nivel, no salen del “en mi familia somos tres: mi padre, mi madre y yo” —dijo el primero.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡Ya te digo! —dijo la otra.
—Son unos mata’os —dijo uno nuevo.
—Si es que es la historia de siempre. Mira, examiné en Pekín y allí los candidatos te llevaban la entrevista, macho, ¡qué gustazo! ¡Así, sí, joder!, había nivel, pero es que aquí son como putos niños —dijo el primero.
—¡Completamente!, así que la chavala ya puede ir pensando en otra universidad —dijo el segundo.
Empatía:
Chinos: 1 – Españoles: Hijos de puta.

31 mar 2019

China, maravilloso teatro


Ópera gatuna por Javi Avi

Me desperté a las 5:30 de la mañana y no por vicio precisamente. Vivir en el este de China significaba no que clareciera sobre las 5, sino que el sol ya estaba descojonándose con fuerza de todos nosotros a esas horas. Calenté agua en el termo que me había regalado Verónica, vecina y compañera del departamento, porque lo habitual cuando llegaba un profesor nuevo al campus era abastecerlo, para que fuera tirando, con lo que entre unos y otros se había ido acumulando y sobrando. En mi caso, Verónica y Rober me dieron la bienvenida con dos platos, tres cucharillas, un tenedor, un cuchillo, un túper, una sartén pequeña, un secador y el termo. Vertí el agua caliente en el vaso y disolví el café instantáneo, todavía no había encontrado un supermercado donde vendieran café molido. Rober ya me había dicho que en el centro de la ciudad había uno con productos extranjeros, pero bajar a la ciudad desde el campus suponía una hora y media de bus y, sinceramente, por el momento no había encontrado el día oportuno para semejante expedición. Salí a uno de los balcones que tenía mi apartamento a beberme el café. Las vistas no eran ninguna maravilla. Edificios del campus, más edificios del campus y algún que otro edificio del campus. Sin embargo, a la derecha, allá a lo lejos podía ver el mar, y con ese poquito me conformaba. “Sí, muy bien, tengo vistas al mar”, dije a mi hermano la primera vez que me llamó. Mentira lo que desde dice mentira no era, ¿no?, y es que, aunque hubiéramos pasado de los 40, el ‘y yo más’ seguía siendo nuestro juego favorito.
Pensé en Joan, pensé en nuestro gato Tomás, pensé en mi ex universidad de Madrid, pensé en mis ex compañeras, pensé en mi tesis sobre teatro, pensé en las vueltas que da la vida y pensé si debía depilarme el bigote hoy o mejor dejarlo para el fin de semana. Sí, levantándote a las 5:30 de la mañana puedes arreglar el mundo aunque sea con café instantáneo.
Me metí en la ducha casi una hora más tarde. Dejé esperar el tiempo suficiente para que el agua saliera caliente, pero aquello no dejaba de estar congelado. Después de tres ‘joder’ y un ‘me cago en la mierda del chocho-ano’, cogí mi móvil y mandé un mensaje de voz al grupo de profes y, a su vez, vecinos.
―No me lo creo, ¡¿no hay agua caliente?!
El primero en contestar fue Rober también con un audio.
―A ver, mendruga, no hay hasta el día 23, están de obras. Hay una notificación en el portal.
―¡¡¡¿Te refieres al papel pegado en la puerta que está en chinoooo?!!!
Rober y Verónica hablaban chino perfectamente. Verónica se había especializado en Lingüística Aplicada tanto de la enseñanza del chino como del español, y Rober, a pesar de haber hecho la tesis sobre cultura china, se había decantado finalmente por la Literatura Hispanoamericana.
―¡¡¡Pero no me chilles!!!
―¡¡¡Rober, no te estoy chillando!!!
―¡¡¡Pero si te estoy oyendo a través de la pared, mequetrefe!!!
Me dio tal ataque de risa que tuve que apoyarme en la lavadora (sí, tengo la lavadora dentro de la ducha, pero eso se merece otro relato). También oí reírse a Vero. Y es que compartíamos tabiques, porque los tres vivíamos en el sexto piso del bloque 4, bloques reservados únicamente a profesores extranjeros. Rober ocupaba el apartamento 1, yo el 2 y Vero el 3. Así que oírles a ambos en estéreo estaba siendo lo mejor de aquella mañana.
Después de una refrescante ducha, salí de casa con el tiempo suficiente para pasarme por el despacho de la decana antes de empezar con las clases. Me había citado. Y debo reconocer que andaba bastante nerviosa. Hacía tan solo 4 semanas que había llegado a trabajar a la Universidad y no consideraba que mis clases estuvieran dando problemas, aun así me inquietaba que quisiera comentarme algo. Toqué a la puerta de su despacho.
―¿Profesora Wang? ―pregunté con timidez. Oí algo en chino desde el otro lado así que abrí la puerta y entré.
―Oh, Elvira.
La Decana Wang se levantó de su escritorio al fondo de la habitación y se acercó a la puerta, me estrechó la mano con las dos suyas y me invitó a sentarme en el sofá. No sabría calcularle la edad, con los chinos es difícil, pero supongo que estaría cerca de los 60, no tanto por su aspecto sino por su larga trayectoria como hispanista.
―¿Te estás adaptando bien, Elvira?
―Sí, muy bien, no hay ningún problema.
―Bueno, tú además ya habías vivido en China, así que es un punto a tu favor.
―Sí, lo es.
―Me alegro. ¿Y las clases?
―¿Las clases? ―Necesitaba tiempo para pensar. Tragué saliva―. ¿Las clases en su conjunto o… o… las clases, así, una por una?
―Sí, los estudiantes comentan que eres muy divertida y veo que es cierto ―dijo riéndose tapándose la boca con la mano. Yo también me reí aunque sin entender por qué y mostrando toda mi dentadura cual caballo―. Bien, hay algo que debo comentarte.
―Comprendo ―contesté inquietándome otra vez.
―¿Conoces al Profesor Huang?
―No ―contesté con cierta vergüenza.
―Bien, el Profesor Huang es el decano de la facultad de japonés.
―Oh.
―Y sabes que esta Universidad es reconocida por tener la mejor facultad de japonés no de China, sino del mundo.
―Oh, del mundo…
―Bien. Hace años, el Profesor Huang levantó el grupo de teatro de su facultad. Y ha cosechado muchos éxitos. ¿Conoces Talent Show?
―No. ―En realidad me vino a la cabeza Risto Mejide, pero seguro que no iba por ahí la cosa.
―Bien, es un programa de televisión con mucha repercusión en el país y lo ganaron en 2010, 2014 y 2016, gracias a sus representaciones.
―Oh.
Creo que el trabajo del Profesor Huang es admirable, porque no solamente incorpora nuevas técnicas de enseñanza de la lengua japonesa, sino que además sabe promocionar la facultad a nivel nacional.
―Oh, sí, es maravilloso…
―Bien, por eso Elvira, hemos pensado que la facultad de español debería abrir su propio grupo de teatro, es muy conveniente, y queríamos saber tu opinión.
―¡Uy! ¡Pues me parece una idea genial!, no veo mejor manera para incentivar a los chicos.
―¿De verdad? Qué alegría tan enorme, muchísimas gracias. ―La Decana Wang se levantó y fue a su mesa, cogió unos papeles y me los entregó con ambas manos―. Bien, tienes 32 estudiantes matriculados en el Taller de Teatro, empiezas la próxima semana.
―¿Perdón? ¿Yo?
―Claro, Elvira, estamos muy contentos de tenerte en esta Universidad habiéndote especializado en teatro.
―¡Oh, no, no, no! ―Me reí―. ¡No, madre mía! Creo que está habiendo una confusión bastante grande. Lo siento pero yo no tengo ni idea de llevar un grupo de teatro. Mi especialidad son textos teatrales, literatura, y estoy muy contenta pero, de verdad, Profesora Wang, yo no sé cómo se monta una obra teatral, lo siento.
―Comprendo, no quieres hacerlo.
Utilizando aquel verbo, la Profesora Wang, muy amablemente, me había llevado al borde de un precipicio. La decisión era mía: un paso adelante o uno hacia atrás.
Reflexioné unos segundos, apreté los labios y finalmente contesté:
―Sí, sí quiero hacerlo. ―Y me alejé del vacío.
―Qué buena noticia, Elvira. Los alumnos van a estar muy contentos. Y además, no es importante, pero hoy voy a comer con el Profesor Huang y quiero decírselo.
Utilizando aquí el verbo, La Profesora Wang se había colocado el dorsal a la espalda y había tomado su posición en la pista de salida, la carrera estaba a punto de empezar.
Salí de su despacho con la lista de los estudiantes en la mano, la miré y suspiré. No tenía ni la menor idea de por dónde empezar. Y comprendí que el café instantáneo no era suficiente para arreglar el mundo, aquel mundo.

Continuará…